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Puentes de vuelta

Me he acostumbrado a pensar en la Revista Vuelta como en un puente múltiple. En primer lugar entre México y el mundo de habla hispana. México ha sido siempre un país obsesionado consigo mismo, con las corrientes conflictivas de su origen, y por eso ha mirado muy poco hacia afuera. Desafiando estos instintos de ensimismamiento defensivo, pasivo, Vuelta ha salido al mundo para publicar la obra de autores mexicanos y ha traído a México a las mejores voces de la literatura en castellano. Vuelta es la revista de Borges, Blanco, Sábato, Vargas Llosa, Cabrera Infante, Edwards, Savater y una larga lista de poetas, narradores y pensadores españoles e hispanoamericanos. Con plena conciencia, hemos buscado seguir la pauta de aquella célebre revista argentina, Sur, dirigida por Victoria Ocampo. En su vertiente intelectual, Vuelta reconoce otros legados: el de las revistas que fundaron los españoles transterrados en México y, ante todo, el de Revista de Occidente. La vocación de esas revistas es la nuestra: escribir y pensar en español con originalidad, con imaginación, con limpieza.

Vuelta ha sido también un puente literario e intelectual entre nuestros países y otras tradiciones. Hemos traducido autores ingleses y norteamericanos, italianos, alemanes y franceses. Vuelta es el hogar de Isaiah Berlin, Leszek Kolakowski, Daniel Bell, Milan Kundera, Hans Magnus Ensenzberger, para mencionar sólo unos cuantos. Hemos abierto ventanas hacia el Oriente y puertas hacia los escritores y pensadores del Este.

Vuelta es un puente de generaciones. Fundada en 1976 por Octavio Paz (que el año próximo cumplirá 80 años) congregaba en el principio a la generación nacida alrededor de los años 30 (Alejandro Rossi, Gabriel Zaid, José de la Colina, Tomás Segovia, Juan García Ponce, etc.) Con el tiempo, otras generaciones se agregaron al esfuerzo: la mía propia (la de la postguerra) y autores más jóvenes que ahora tienen entre 20 y 30 años de edad. Muchos de nuestros colaboradores eran niños cuando Vuelta salió a la luz y literalmente se educaron en sus páginas.

Cuando en los ámbitos intelectuales hispanoamericanos no estaba de moda criticar al socialismo real -sus opresivos regímenes, sus espejismos ideológicos- Vuelta los criticó. Cuando la terrible verdad sobre esos sistemas se ocultaba detrás de una cortina de mentiras y manipulaciones más gruesa que la de Hierro, Vuelta dejó un testimonio disidente. Cuando en América Latina muchos intelectuales esperaban con fervor milenarista el arribo de la aurora revolucionaria y quemaban incienso por las guerrillas, Vuelta exhibió a esas mismas guerrillas como máquinas de muerte, gemelas de los gorilas a quienes combatían. Cuando en México nadie hablaba de democracia, Vuelta señaló que ese sistema era (y sigue siendo) nuestra única alternativa.

Borges decía que en una revista literaria o intelectual "o es una pasión compartida en favor o en contra de algo... o no es nada''. La pasión que vincula a los escritores, amigos y lectores de Vuelta es doble: amor por la literatura y amor por la libertad. Ninguno de esos valores se da con facilidad en nuestros países. Hay que luchar por ellos, hay que reinventarlos, de vuelta, cada día.

Honrado y feliz por el Premio Príncipe de Asturias, tengo frente a mí los 16 gruesos volúmenes empastados que reúnen los casi 200 números de Vuelta y apenas lo creo. ¿Cómo nombrar lo ocurrido? Junto a la colección de Vuelta hay un pequeño tomo de Octavio Paz que me responde: Libertad bajo palabra.

El Norte

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