Reseña: Spinoza en el Parque México, de Enrique Krauze
ENRIQUE KRAUZE, Spinoza en el Parque México, México, Tusquets, 2022, 776 pp. ISBN 9786070763434.
Adolfo Castañón
I. Uno nunca termina de conocerse a sí mismo. Tampoco termina de conocer a las personas con las que ha convivido a lo largo del tiempo. Un ejemplo de esto es, para mí, Enrique Krauze. Yo creía que lo conocía, y que el dinámico historiador al que saludé personalmente por primera vez en una casona de Mixcoac hacia 1979 y que me encontraría a lo largo de los años en diversos lugares y momentos de su vida y de la mía –por ejemplo, los correspondientes a la edición de los ocho volúmenes de La biografía del poder, editada en 1987 por el FCE–, me autorizaban a decir que lo conocía. Al terminar de leer hace algunas semanas las 733 páginas de las “conversaciones con José María Lassalle”, que componen una suerte de biografía intelectual, me di cuenta de que no era de ningún modo cierto y que los 16 capítulos que componen estas memorias escritas o transcritas a dos voces e ilustradas amablemente con fotografías de la familia y de los personajes y asuntos tratados ahí, me acompañarían durante mucho tiempo y pasarían a ser parte de uno de mis libros de cabecera. Prenda de la riqueza de este libro que se despliega a dos voces son las 27 imágenes y fotografías que solo en el primer capítulo está sostenido por 238 preguntas y respuestas.[1]
II. Durante la lectura y redacción de esta reseña estuve trabajando en la fragua y revisión de los índices de nombres y títulos de las Obras completas de Octavio Paz, titulado “Octavio Paz entre claves”. Ahí, desde luego, está mencionado numerosas veces el historiador mexicano Enrique Krauze.[2] En Spinoza en el Parque México aparece citado muchas veces el disidente ruso Alexandr Solzhenitsyn. Desde luego, su nombre también aparece ampliamente citado en las Obras completas de Paz.[3] Estos ejercicios, que a mí me distraen, pueden resultar útiles para ver hasta qué punto la obra del historiador mexicano se encuentra en diálogo con la del poeta. Por cierto éste no citaba mucho al filósofo holandés Baruch de Spinoza.[4] Octavio citaba más a Montaigne, a Breton y a Charles Fourier, por poner sólo tres casos.
III. Spinoza en el parque México va más allá de la exposición memorialista del autor en primera persona, pero desde luego la incluye, en primer lugar, con la figura del abuelo lector del filósofo Spinoza para quien éste valía como un relicario memorioso, una biblia o una medicina cotidiana contra la desesperanza y la adversidad. Hay que recordar que venía de una Polonia donde la persecución contra los judíos antes de la Segunda Guerra fue encarnizada.
IV. Cuenta Enrique que en las oficinas de Letras Libres y, antes, en la fábrica de su padre, había un mural de la pintora judía y “militante de izquierda” Fanny Rabel, “una variación de la Maestra rural, el famoso fresco de la Secretaría de Educación Pública… Era la imagen del pueblo”, p. 34.
El nombre de esa artista polaca me es familiar desde la infancia, pues en la sala de la casa se mostraba en un lugar preferente la imagen de un niño en un campo con alambradas… Ni Jesús Castañón ni Estela Morán nos hablaron nunca de la guerra, pero tenían ese cuadro que les había regalado la pintora en los años en que él fue el redactor del Boletín Bibliográfico de la Secretaría de Hacienda. Uno nunca termina de conocerse a sí mismo. Tampoco termina de conocer a las personas con quienes convive y lo rodean.
V. Enrique habla al inicio del segundo capítulo, en “La tertulia de Plural” y “La soledad de Vuelta”, de su convivencia laboriosa e intelectual con Octavio Paz, Gabriel Zaid, Alejandro Rossi, José de la Colina, Juan García Ponce, Tomás Segovia, Carlos Monsiváis, Christopher Domínguez, Guillermo Sheridan, Danubio Torres Fierro y Adolfo Castañón.
Una de las maneras de leer Spinoza en el Parque México es precisamente adentrarse por sus páginas para reconstruir el paisaje intelectual de esas dos importantes revistas. De hecho, a partir de ahí se puede entrever la capacidad carismática de Octavio Paz para armar una familia intelectual, un “eroboro” o falansterio invisible a su alrededor con escritores, artistas, científicos, analistas, periodistas bajo la bandera de una revista, en la cual Enrique Krauze desempeñó un papel clave de válvula o piloto en el sentido en que un calentador tiene una llama perpetua que permite prender el agua caliente en cualquier momento.
VI. Intermedio personal. No soy judío, pero por razones misteriosas fui a Israel en 1973 a trabajar en un Kibbutz. Eso me permitió conocer Tel Aviv, Jerusalén, Revohot, Beersheva, Eilat, y conocer en persona la gesta de los colonos en aquel país. No soy judío, pero por circunstancias imponderables uno de los pensadores cuyas obras tengo a la mano, junto con las de Michel de Montaigne, es Spinoza, sobre quien traduje para el FCE en 1990 Spinoza radical de Paul Wienphael y las obras de este pensador me han acompañado a lo largo del tiempo.[5] De ahí que tenga la necesidad de tener dos ejemplares de Spinoza en el Parque México en mi biblioteca: uno para ponerlo en compañía de los libros de y sobre Spinoza que tengo, y otro para ponerlos con la no escasa bibliografía de Enrique Krauze. Por fortuna, los tengo, por motivos de nuevo providenciales. Resulta que cuando salió publicado el libro en la segunda mitad de octubre de 2022, salí a comprarlo de inmediato. Pude adquirir así el ejemplar empastado y de tapa dura que editó el sello Tusquets en su colección Andanzas. Pocas semanas después, el propio autor me hizo llegar otro ejemplar con una amistosa dedicatoria: ahi tengo trufadas, las reseñas de Rafael Rojas, Christopher Dominguez y Malva Flores que saludaron la publicación del libro. A esas reseñas añadí después las publicadas en Venezuela por Nelson Rivera en el Papel Literario de Caracas y la aparecida en Revista de Occidente.
VII. En el capítulo XV “Rusia: literatura y barbarie”, aparece un excurso titulado “La peña anarquista de Ricardo Mestre” (pp. 646-649). Un capítulo esencial del libro en la medida en que el anarquista catalán ha sido para mí decisivo por más de un motivo: gracias a él y a su generosidad se pudo publicar la revista Caos, dirigida por Héctor Subirats y José Luis Rivas. Ahí publicaría yo la primera edición de El Reyezuelo. Si mi propia biografía intelectual está entrelazada con la de Mestre, Subirats y Rivas, la mía y la de Enrique Krauze están encrucijadas en aquella oficina del viejo catalán de la calle de Balderas, en la que citaba a sus contertulios, entre los cuales se encontró Krauze y alguna vez Gabriel Zaid. Escribí hace años una reseña sobre mis encuentros con el anarquista catalán con el título “Cuadrivio de Mestre”.[6]
VIII. A diferencia del legendario judío errante, habría que decir que el discípulo, biógrafo, antologador y editor de Daniel Cosío Villegas, Enrique Krauze, es un sedentario de sangre hebrea que a través de la figura heredada de su abuelo, el filósofo Spinoza ha hecho de éste un ancla de su pensamiento y acaso diría yo de su sentimiento y de su sensibilidad. La figura de Spinoza es una fuente de genealogía intelectual, en específico con la figura del poeta y crítico Heinrich Heine, que fue a su vez una figura leída no sólo por Marx, sino en México por Alfonso Reyes y Julio Torri, quien lo tradujo. Heine fue también leído por Kafka y por su amigo Max Brod, quien hizo su biografía. A Heine lo tradujo el mexicano Francisco A. de Icaza, pero sobre todo fue leído por Borges. En particular al argentino le llamó la atención Los dioses en el destierro. Esta idea del exilio y de los dioses peregrinos es algo que alimenta como un río subterráneo el libro de Enrique Krauze.
IX. Este ensayo de “Egohistoria”, para retomar la expresión de Georges Duby, que inspiró a Jean Meyer –uno de los maestros de Enrique Krauze– a hacer una serie de entrevistas autobiográficas con Octavio Paz, Luis González, Silvio Zavala, Alfedo López Austin, Luis Villoro, Antonio Alatorre, Edmundo O’Gorman. Este tipo de ejercicio cabe inscribirse en el rubro de “historia oral” y me recuerda las entrevistas que James W. Wilkie y su esposa Edna Monzón de Wilkie hicieron a Diecinueve protagonistas de la Revolución Mexicana, entre los cuales recuerdo las dedicadas a Daniel Cosío Villegas, Manuel Gómez Morín, Vicente Lombardo Toledano, Ramón Beteta, Germán List Arzubide, José Muñoz Cota, Juan Andrew Almazan.
El libro Spinoza en el Parque México, escrito, dictado, hablado a dos voces por Enrique Krauze y el historiador español José María Lassalle, se plantea como un ensayo de “biografía intelectual” o, si se quiere, de “autobiografía intelectual”. Si bien es cierto que está ordenado en 4 partes y 16 capítulos, se debe admitir que hay algunos temas que no se tocan: la polémica de Krauze con Carlos Fuentes, la serie de semblanzas y ensayos que armaron la biografía del poder, el ensayo sobre el teniente coronel Hugo Rafael Chavez Frías, las polémicas que Enrique Krauze ha sostenido fundamentalmente en México. Esto daría para ampliar en una futura edición el “Parque México” y complementarlo con el parque vecino, el “Parque España”.
X. Del mismo modo que uno nunca termina de conocerse, se puede decir que uno no siempre es el mejor juez de sí mismo. Una de las cosas que creo que le pasaron inadvertidas a Enrique Krauze en su diálogo o viaje alrededor de su biografía intelectual es que, desde mi punto de vista, Krauze es uno de los estandartes de la intrahistoria y de la psicohistoria al estilo de Miguel de Unamuno, Luis González o Rudolph Binion. La forma que ha tenido el biógrafo que no ha temido descender al reino prohibido de los detalles para reconstruir los adentros de sus personajes, es por demás original y refrescante, en un medio intoxicado por las fraseologías doctrinarias y los enunciados retóricos y acartonados. Parte de eso se debe a su afición por algunos autores e historiadores de lengua inglesa como Lord Acton o, en otro terreno, el olvidado Philip Guedalla, amigo de Borges. Esa visión o recreación de la conducta humana a través de los detalles los comparte Krauze con autores como Luis González, a quien reconoce como su maestro, pero también con historiadores como José Fuentes Mares.
XI. La forma misma de Spinoza en el Parque México es motivo de reflexión. La autobiografía, las memorias y la confesión se han dado tradicional o convencionalmente como un género testimonial, escrito en primera persona. Hay, sin embargo, casos como el de Eckermann con Goethe o el de Boswell con el Dr. Johnson en que se da el diálogo como forma. Por lo pronto, cabe distinguir entre “charla” y diálogo, “conversación” y “plática”. Spinoza en el Parque México se presenta como un espejo a dos voces en el cual se afina o perfila solo la voz del autor-historiador-crítico-empresario y apenas se adivina la del amigo que lo interroga. Por otro lado, resulta claro que el diálogo está armado con una idea organizada según una pauta biográfica.
Spinoza en el Parque España es y no es una autobiografía intelectual exhaustiva del historiador que firmó la serie Biografía del poder o que escribió en las páginas de la revista Vuelta (núm. 139, junio 1988) el ensayo polémico: “La comedia mexicana de Carlos Fuentes”, publicado originalmente en inglés con el título “The Guerrilla Dandy” (The New Republic, junio 1988). Hay títulos suyos como El poder y el delirio, sobre el venezolano teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías, o La presencia del pasado, acaso una de las obras de análisis más exhaustivo de la historia de México, que no pasa por la trama urdida a dos voces por el historiador y su entrevistador.
XII. El apellido Krauze no me era desconocido antes de conocer a Enrique. Me era familiar pues a Rosa Krauze de Kolteniuk se le debe en buena medida la edición de las Obras completas de Antonio Caso, maestro cuya memoria editorial contribuyó a afirmar con una guía Jesús Castañón Rodríguez en el Boletín Bibliográfico de la SHCyP. Krauze es el apellido de un tío de Enrique que desde 1957 colaboró en prensa israelita y dirigió la sección en español de la Voz Sionista.
La poeta Ethel Krauze, dos años menor que yo, es sobrina del historiador. Con esto quisiera aludir al hecho de que el historiador es el más conocido, pero no el único exponente de la letra en el México contemporáneo, y que el ámbito en que se mueve es por fuerza plural, como señala el hecho de que no le es desconocido el yiddish.
XIII. Spinoza en el Parque México es un libro que ha sido reseñado ampliamente, antes y después de su publicación, como hace ver el hecho de que Letras Libres le dedicó un número al filósofo: “Spinoza nuestro contemporáneo”, especial de Letras Libres, septiembre 2022, núm. 285, año XXIV. Los artículos del dossier son: “Por qué Spinoza es un pensador revolucionario”, Jonathan Israel; “Ian Buruma: ‘La defensa de Spinoza del pensamiento libre, la investigación científica y la libertad de expresión es tan importante ahora como en el siglo XVII’”, Daniel Gascón; “Spinoza: razón y libertad”, Enrique Krauze; “Rebecca Newberger Goldstein: ‘Las ideas de Spinoza sembraron la Ilustración europea que iba a llegar unos cien años más tarde’”, Daniel Gascón; “Una nueva manera de vivir”, Steven Nadler; “El poder de las emociones humanas”, Mauricio García Villegas; “Spinoza en su papel”, Julio Hubard. Ha habido otros artículos en México, España y América Latina. Más allá no ha pasado desapercibido. De eso da constancia la siguiente lista a la que habría que añadir algunos saludos en Twitter. Christopher Domínguez, “Spinoza, la tierra prometida, el águila y la serpiente”, Letras Libres, noviembre 2022, número 287, páginas 44-48. Malva Flores, “Elegir el saber”, Letras Libres, diciembre 2022, en línea: https://letraslibres.com/revista/elegir-el-saber/. Rafael Rojas, “Memoria y alegato”, La Razón, 29-30 de octubre de 2022, p. 4. Concha García, “‘Los políticos españoles abusan de la Historia para legitimarse’”, La Razón, 7 de octubre de 2022, p. 8. Nelson Rivera, “Enrique Krauze en las inmediaciones del lector”, en el Papel Literario, 16 de enero de 2023 (puede verse en: https://www.elnacional.com/papel-literario/krauze-en-las-inmediaciones-del-lector/). Antonio Jiménez-Blanco Carrillo de Albornoz, “Strip-tease intelectual y relato ideológico de toda una estirpe”, Fundación José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, pp. 146-150.
NOTAS
[1] Transcribo el índice. Los números que siguen a cada subtítulo precisan el número de preguntas que hizo el entrevistador al entrevistado:
Primera parte
Raíces: 122
Pertenecer: 64
Maestros humanistas: 52
Segunda parte
Biografiar fundadores: 119
La tertulia de Plural: 81
La soledad de Vuelta: 92
Las dictaduras: 68
Disidencias: 39
Polémicas: 42
Tercera parte
Atenas o Jerusalén: 70
Heterodoxos judíos: 138
Cuarta parte
Riesgos del mesianismo: 119
La Revolución amorosa: 46
Memoria del Holocausto: 66
Rusia: literatura y barbarie: 79
Libertad: 107
[2] t. VIII, 354, 396, 403, 468, 476, 541; t. IX, 359n, 425n; t. XIV, 283, 285n, 325, 328-329, 331; t. XV, 212, 222-223, 233, 264-286, 364, 366 / t. V, 335, 360, 367, 435, 438n, 574, 639-640, 642, 644, 646; t. VI, 308n, 375n; t. VIII, 616, 627, 639, 718, 726, 754-777, 936-937, 1174. Se hace referencia en el enunciado a las dos ediciones de las Obras completas de Octavio Paz, primero están las de la edición en quince tomos, después de la diagonal la de ocho tomos.
[3] Solzhenitsyn, Alexandr: t. III, 59; t. VIII, 369, 452, 531, 533; t. IX, 176, 182- 186, 192, 195, 198-200, 203-206, 226, 236, 257, 312-313, 379, 411; t. XII, 678; t. XV, 221 / t. II, 567; t. V, 339, 478, 552, 554; t. VI, 136, 142- 143, 143n, 144-146, 153-154, 156, 160-162, 164-167, 202, 258, 259, 327, 360; t. VII, 1222; t. VIII, 625, 689, 842, 853.
[4] t. III, 214, 296, 386; t. V, 311; t. VIII, 140; t. IX, 76 / t. II, 756, 841, 947; t. III, 34; t. V, 140; t. VI, 72.
[5] Por un Spinoza radical, Paul Wienpahl. Traductores: Leticia García Urriza, Alfredo Herrera Patiño y Adolfo Castañón, México, D. F., Fondo de Cultura Económica, 1990.
[6] Se puede ver una reproducción de este texto en: http://www.anarquia.com.mx/quienes.htm
Publicado en Literal Magazine el 16 de abril de 2023.