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Procurando entender

"La Patria está en peligro... Es hablando, no matándonos, como habremos de entendemos".

Melchor Ocampo, 1852.

No es la primera vez que los mexicanos aprendemos a conocemos mediante una inmersión violenta. Antes del 1° de enero hablábamos del riesgo de la violencia, del "México bronco", del "tigre" que el país lleva en las entrañas, pero no advertíamos con claridad el contenido de esas palabras. Nos faltaba la experiencia concreta, o al menos el amago real, inminente de la violencia. A pesar del 68, durante más de medio siglo, los mexicanos hemos vivido en un santuario de paz. Hoy hemos entrado, por desgracia, a la normalidad del siglo XX.

Vivimos días extraños, inéditos, confusos. Hay mil sensaciones encontradas, temores desconocidos, esperanzas de arribar a un orden mejor, incertidumbre de cómo llegar a él y una tristeza compartida por no haber prevenido lo que ocurre. Vivimos en vilo, a la expectativa, procurando entender. En esta circunstancia, es natural que las hipótesis de un día se modifiquen la mañana siguiente. Entre el tapadismo oficial, los pasamontañas de la guerrilla y la autocensura de los medios masivos, no es fácil orientarse. Por fortuna, algunos periódicos han desplegado una labor admirable. La Jornada, antes que ninguno. No sólo ha dado una cobertura amplísima al conflicto en todos sus aspectos: ha recogido con la mayor sensibilidad histórica y literaria el drama de Chiapas. La Jornada de enero de 1994 será atesorada en el futuro como un gran momento del periodismo mexicano.

Es precisamente la voz de los campesinos en La Jornada la que me ha hecho repensar algunas de mis observaciones iniciales sobre la sublevación de Chiapas. Porque no sólo la violencia ha adquirido una sustancia real, sino también la condición de los indios. El México del subsuelo se había alejado de la conciencia pública como en tiempos del Porfiriato y hoy ha vuelto a plantarse frente a nosotros igual que entonces: como la erupción volcánica de un agravio de siglos. Sigo creyendo que en la guerrilla de Chiapas hay "los de arriba" y "los de abajo", sostengo mi opinión crítica de la Teología de la Liberación, sigo reprobando la vía armada para la solución de los problemas mexicanos. La democracia que queremos no puede salir del fondo del fusil: del fondo del fusil sólo sale la muerte. Sin embargo, hay elementos de autenticidad en las voces de los chiapanecos agraviados que no es posible soslayar.

En los primeros días, las insistentes alusiones de los comandantes a su "mexicanidad" aumentaban mi sospecha de que el EZLN era sólo una versión anacrónica de las guerrillas centroamericanas que no sirvieron más que para empobrecer al pueblo y enriquecer a sus comandantes. O peor aún, de "Sendero luminoso", esa versión inca de Polpot que ajusticia perros colgándolos de los árboles. La larga preparación de su movimiento y otros muchos indicios de fanatismo teológico, siguen confirmando mi pesimismo, pero admito que con el paso de los días he dudado un tanto de mi duda. Para decirlo de una vez: el zapatismo de Chiapas no ha sido, al menos hasta este instante, un zapatismo entre comillas. Pertenece también a la historia revolucionaria mexicana que es tan rica como la tradición revolucionaria europea, pero es distinta. Sus orígenes están en muchos autores neoescolásticos que sostenían que la soberanía reside en los pueblos y hablaban de la "licitud" de la insurrección contra un "gobierno gravoso e injusto".

Pero más allá de su raigambre, autenticidad y justificación, el signo verdaderamente ominoso de la revuelta en Chiapas es la anudación de la violencia y la fe. No hay un caso en la historia -la mexicana y la universal- en que esa mezcla haya conducido a la concordia civilizada. Por eso vivimos un volado histórico en el que todos nos jugamos, literalmente, el destino. Si sale sol y el diálogo conduce a un principio de manumisión en Chiapas y a una transición efectiva hacia la democracia en México, la guerrilla habrá sido (casi) un movimiento de resistencia civil al que le deberemos la concordia nacional y algo más precioso: la toma de conciencia sobre nuestra realidad. Si sale águila y el diálogo fracasa, "llorad mexicanos, llorad": podría perderse la nación mexicana.

Reforma

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04 febrero 1994