La masacre de Ayotzinapa quedará inscrita en la historia mexicana de la infamia. Aunque la investigación no es concluyente, la versión que corre es verosímil.
Hay que vertebrar, casi desde el origen, un Estado de derecho que no solo respete y haga respetar las leyes y libertades, sino lo más preciado: la vida misma.
Una pregunta quita el sueño a muchos políticos mexicanos: ¿cómo es posible que el conjunto de reformas más importantes de las últimas décadas provoque tanto entusiasmo en el exterior como rechazo en el interior?
Además de su horrenda estela de muerte y las divisiones cada vez más profundas y amargas que ha provocado, la guerra en Gaza ha despertado al dormido monstruo del antisemitismo europeo.
Sorprende y entristece el avance del discurso de odio. Su radical intolerancia frente al otro, frente a lo otro, es característica de los fanatismos de la identidad, ya sea religiosa, racial, nacional, ideológica.
Toda vida humana es sagrada pero la vida de un niño lo es más. Por eso, si en La Gran Familia hubo delitos, así como maltrato y abusos sexuales a niños, sobre los culpables de ese hecho abominable debe caer todo el peso de la ley.