¡Pobres latinoamericanos! El mundo no se interesa en nosotros y nosotros no nos interesamos en nuestros “países hermanos”. Hemos mirado siempre hacia fuera, con admiración a Europa y con recelo a Estados Unidos, pero no hacia dentro, hacia las experiencias históricas comunes de nuestros países.
Octavio Paz fue el hermano mexicano de Albert Camus, Ignazio Silone, André Breton, George Orwell, Arthur Koestler, Daniel Bell, Irving Howe: hombres de izquierda que se atrevieron a ejercer la crítica de su propia tradición.
En “Los Idus de Marzo” (publicado en Letras Libres, en 1999) evoqué la tragedia personal de Luis Donaldo Colosio: un hombre noble, generoso, abierto, que creía genuinamente en una reforma democrática del poder pero que nadaba en un mar infestado de tiburones.
Nuestra democracia está muy lejos de alcanzar su triunfo histórico. Son muchas sus carencias. Pero entre todas, hay una muy arraigada: me refiero a la falta de una cultura democrática.
Propongo al lector un ejercicio contra el prejuicio racial o nacional: haga la cuenta de las personas de distintos orígenes (nacidas fuera o con ancestros extranjeros) que han marcado su vida para bien.
Michoacán fue escenario de casi todas las guerras mexicanas de los siglos XIX y XX: la Independencia, la Reforma, la intervención francesa, la Revolución y la Guerra Cristera.