Un límite contuvo siempre a los presidentes: la pobreza relativa del país con respecto al mundo desarrollado. Con el descubrimiento de los yacimientos petroleros en la costa del sureste de México, todo cambió.
Luego de declarar repetidamente que sólo viajaría por el país, Echeverría comenzó a retomar el camino de López Mateos y no lo dejó hasta que terminó el sexenio.
Con gran despliegue de violencia, a golpes de macana y bayoneta, en una operación relámpago que cubrió toda la República, la policía y el ejército y las corporaciones de agentes especiales apresaron a diez mil ferrocarrileros.
“Eran otros tiempos”, explicaba Miguel Alemán, muchos años después, a los animados asistentes a una comida, y procedió a narrar con lujo de detalles su contribución a la maniobra electoral de 1940.
“Díaz Ordaz era de línea dura... usaba el poder”. Con estas palabras lo definía uno de sus más brillantes y ecuánimes colaboradores, el secretario de Hacienda Antonio Ortiz Mena.
Escribía México con J. Un retrato de Hernán Cortés presidía su sala de juntas. Pensaba que México (perdón, Méjico) nació en 1521 y se consolidó como una cultura y una identidad en el Virreinato.
Jorge Luis Borges pasó por México a finales de 1978. Inmerso, como estaba, en mis arduas lecturas spinozianas (al extremo insensato de ensayar una biografía del filósofo), la visita de Borges parecía un llamado de la Providencia.