Hace dos semanas recibí un correo de Luis González de Alba reclamándome un elogio a José María Morelos:. Celebré su crítica porque me permitía retomar la conversación con Luis, una de las personas más rectas, lúcidas y valientes que he conocido.
En la misma, antigua casa de la calle de Xola donde la conocí hace más de medio siglo, vive doña Rosario Sánchez viuda de Szekely. Recuerdo cuando visité a aquella familia por primera vez.
Extrañaré su sabiduría, su sutil apreciación del arte, su capacidad casi infantil para el asombro, su buen juicio moral, su elegancia intelectual, su sensibilidad literaria.
El 5 de junio se cumplió un año de la muerte de Manuel Camacho Solís. Aunque nuestras opiniones políticas fueron casi siempre divergentes, fuimos buenos amigos. Es hora de recordarlo.
Recuerdo nítidamente aquella noche del 25 de febrero de 1964. Cassius Clay era nuestro ídolo, adorábamos su estilo, sus ocurrencias, sus gestos, su magnífica estampa, su alegría.
Los edificios de Teodoro son como islas de solidez y serenidad en el naufragio de la ciudad, enclaves perfectamente funcionales de tradición y modernidad. Hay en su obra una incesante voluntad de renovarse, de hallar un lenguaje propio, personal.