Enrique Krauze: «Espero que España recupere la concordia más pronto que tarde»
Karina Sainz Borgo, Madrid
México celebra este septiembre el aniversario su independencia, el Grito de Dolores, en medio de un enrarecido clima político. Antes del traspaso de poder a la presidenta electa Claudia Sheinbaum, Andrés Manuel López Obrador consiguió echar adelante una reforma judicial según la cual os jueces serán elegidos por el voto popular y las sentencias serán supervisadas.
Esta semana, López Obrador aseguró que este domingo 15 de septiembre promulgará esta medida, con la intención de que desde 2025 los jueces, magistrados y miembros de la Suprema Corte sean elegidos por voto popular. La reforma ha generado controversia: mientras López Obrador insiste en que servirá para terminar con la corrupción y la impunidad en la Justicia, sus detractores afirman que atenta contra la división de poderes
Para Enrique Krauze, que ha dedicado parte importante de su obra a desentrañar la naturaleza caudillesca, redentora y populista del poder, este es un tema ineludible, tanto como el perfil político de los liderazgos o el papel de España en la vida política de Iberoamérica.
Siglo de caudillos
Enrique Krauze ha publicado una vasta obra ensayística dedicada a entender la naturaleza personalista y totalitaria del poder en la que destacan, entre otros, Caudillos culturales en la revolución mexicana (1976); Por una democracia sin adjetivos (1986) o Siglo de caudillos (1993). Tras escribir El poder y el delirio, dedicado al fenómeno bolivariano venezolano, publicó Redentores, un libro que recorre las ideas políticas en América Latina desde el fin del siglo XIX hasta nuestros días, encarnadas en el voluntarismo de personajes que van desde Ernesto Ché Guevara o Fidel Castro hasta Mario Vargas Llosa o Gabriel García Márquez. Sin duda, las pulsiones
—¿Qué lectura tiene la reforma judicial de López Obrador?
—No es una reforma judicial, es una destrucción de la estructura jurídica y legal de México. Una república se define por la división de poderes y esta mal llamada reforma judicial lo que hará es supeditar por completo el poder judicial al poder ejecutivo y legislativo, que son uno mismo ahora, e instaurar en México un régimen de partido único muy parecido al que tuvo el país en tiempos del PRI.
—Cada vez más líderes muestran pulsiones autoritarias. ¿Por qué?
—El gran fantasma que recorre el siglo XXI es el populismo. Me sorprende y me entristece esta extraña condición histórica de las naciones y los pueblos, y es que no aprenden. A mí siempre me pareció que el saldo que dejó en el siglo XX el dominio carismático de Hitler, de Lenin, de Mao, de Castro, con millones de muertos, era suficiente como para que la historia dejara esa lección indeleble y definitiva al siglo XXI. Creo, sin embargo, que este tipo de liderazgos ya está en repliegue.
—¿En repliegue?
—Lo está, claramente, en Venezuela y en Cuba. Ahora el pueblo se está dando cuenta del gigantesco engaño del que fue objeto y ha identificado ese liderazgo heroico de María Corina. Dirán que Bolsonaro o Milei representan también este tipo de liderazgos. Yo, desde luego, no me gusta ese estilo, no me gustan los volcanes humanos, esa frase de Bernard Shaw que me gusta repetir, pero creo que se está abriendo paso a una defensa de la democracia liberal y las economías abiertas. Gabriel Boric, en Chile, representa una izquierda moderna, un socialismo democrático y creo que Estados Unidos va a elegir a Kamala Harris y va a voltear la página oscura, vergonzosa, del liderazgo carismático de Trump.
—¿Cómo encara Europa los populismos?
—Está resistiendo. No veo ese peligro en Inglaterra. Sí existe en Francia y también en España veo señales que me preocupan. Pero creo que existe otro tipo de liderazgo que yo no quiero llamar carismático, sino más bien de estadistas, como el caso de Zelensky. Hay que cuidarnos de decretar el apocalipsis. El apocalipsis no ha llegado y no llegará. Ahora bien, lo que vive México no es el apocalipsis. México es un país muy grande, muy fuerte, con una economía fuerte, pero el golpe que ha asestado el gobierno de López Obrador, al orden republicano de México y a la democracia de México es durísimo, durísimo, y no tengo claro yo mismo cómo ni cuándo vamos a salir de él, porque se requerirá de un de un cambio de rumbo sensato, responsable, realista, y sobre todo de hablar con la verdad a la gente.
Populismos globales
Hace una década, el analista y escritor Moisés Naím diagnosticó el fin del poder tal y como lo conocíamos: presidentes acorralados por sus parlamentos; primaveras asamblearias que no consiguieron un nuevo orden ni abolieron el anterior; compañías que se hundían tras las secuelas de la crisis de 2008; gobiernos incapaces de hacer frente a las demandas de sus sociedades y el desencanto de los ciudadanos que salieron a la calle convertidos en indignados. El poder se había hecho más fácil de obtener, más difícil de usar y más fácil de perder.
Diez años después, los tropiezos de las democracias occidentales confirman aquellas hipótesis. Demostraron hasta qué punto se había hecho más difícil gobernar, incluso formar un gobierno de coalición o sostenerlo, además de la eclosión de los nacionalismos y el auge de las extremas derechas e izquierdas. La anemia política abrió paso a populismos globales, liderazgos de mala calidad e instituciones carcomidas de las que ya sólo queda la cáscara. Por eso, a la pregunta sobre si son más débiles las instituciones legales en la primera cuarta parte del siglo XXI, que es lo que estuvieron en el siglo XX,
«No cabe la menor duda de que la fuerza del poder carismático en tiempos de las redes sociales es enorme. Y no ha sido suficiente la pedagogía histórica de las generaciones anteriores para las generaciones presentes. Las generaciones más jóvenes, por lo visto han olvidado la historia». Ante esa incontestable evidencia, Krauze se remite a las evidencias: «Los pueblos a veces tienen que aprender lo que es una dictadura por la vía más difícil, que es la experiencia».
—¿Qué suponen personajes como Elon Musk hoy en procesos de este tipo?
—Es la vieja propaganda con medios potentísimos. Creo que la prueba de fuego para este personaje, por cierto, es darse cuenta de que puede comprar todo, pero no puede comprar la inmortalidad. Será una moda como cualquier otra. Entonces, la prueba de fuego va a venir en las elecciones de Estados Unidos. Frente a Elon Musk o frente al reino de la mentira y la posverdad de Trump, va a triunfar Harris y Estados Unidos habrá resistido el mayor embate contra su democracia en 250 años. Además, está Elon Musk, pero frente a él está Taylor Swift.
—Ha muerto Alberto Fujimori. ¿Fue el último líder en ser enfrentado por un intelectual?
—No estoy de acuerdo. Creo que con todo lo mermada y golpeada que está, y con el ejemplo de Octavio Paz y el ejemplo vivo de Mario Vargas Llosa, mi generación y algunos miembros de las generaciones siguientes han estado, bueno lo digo humildemente, pero sin falsa modestia, han estado alertas, cada vez más alertas al inmenso peligro del autoritarismo populista en América Latina. Y por eso López Obrador nos ha golpeado tan fuerte a los intelectuales, a los escritores y a los periodistas independientes, poniendo en riesgo la vida de todos ellos.
Pero sí hay voces que se levantan, voces que provienen de una izquierda democrática, que se levanta en contra del autoritarismo, en contra. De eso no tengo duda. Otra cosa es que el intelectual se aventure a una carrera política. El caso de Vargas Llosa sí fue el último en ese sentido, pero que haya una actitud crítica, yo creo que al contrario, que lo que prevalece ahora frente a Venezuela, frente a la tragedia de Cuba, frente al horror de Venezuela, frente a Nicaragua, y aún frente a lo que ha ocurrido en México con el cambio, el ataque al poder judicial, lo que prevalece es el espíritu crítico de los intelectuales.
España y América
Amigo y discípulo de Octavio Paz, Krauze ha estudiado a fondo la historia mexicana así como la relación de América con Europa y, por supuesto, España. Hace más de veinte años fundó la revista Letras Libres, heredera de Vuelta, publicación creada por el Nobel mexicano y que configuró la discusión intelectual en el ámbito occidental. En la actualidad, Letras libres tiene dos capítulos, la versión mexicana y la española.
—¿Qué percepción tiene de ambas realidades políticas desde la conversación intelectual de Letras Libres?
—Es un absoluto privilegio esa pica en Flandes que es Letras Libres en España y ese diálogo entre las dos orillas del Atlántico, un diálogo que tiene ya veinte años y que ha sido fructífero. Estoy encantado y lleno de esperanza, porque veo a generaciones jóvenes en España con mayor conciencia histórica de lo que es Europa y España de la que tienen las generaciones en América Latina. Conocen mejor los errores que llevaron a la guerra civil española, valoran el pacto de la Moncloa y la democracia y tienen una actitud crítica frente a circunstancias y medidas actuales que devalúan ese pacto que fue histórico para España y que fue tan importante para la transición democrática de México y de América Latina.
—¿A qué se refiere?
—Sin el pacto democrático de España, América Latina, que estaba sumida en el militarismo, no hubiese despertado a la democracia. Por otro lado, en América Latina no veo todavía, desgraciadamente, esa conciencia, salvo en Chile, que curiosamente vivió el ciclo parecido al de España, de un gobierno de izquierda y después de una dictadura. ¿Qué quiere decir esto? Que los países tienen que pasar por una experiencia traumática para aprender la lección, probablemente. Y si ese es el caso, la noche autoritaria de México apenas comienza.
—¿Qué percepción tiene de la política exterior del Partido Socialista de Pedro Sánchez?
—En primer lugar, quiero decir que yo sí espero que España se encamine más temprano que tarde a una forma de reconciliación o forma de recuperar la elemental concordia. La discordia, que es lo contrario, ha sido sobre todo plantada por el gobierno de Pedro Sánchez. La actitud paneuropea frente al tema de Ucrania me parece coherente y además es una prioridad. Lo que si lamento es el radicalismo de su actitud frente a Israel. Se puede perfectamente tener distancia y crítica del gobierno de Netanyahu y de la derecha israelí, pero no es posible tener una actitud tan insensible y en cierta forma tan ofensiva frente al dolor que sienten las familias de Israel. Hay una posición que colinda con el antisemitismo, o que es francamente antisemita
—¿Qué piensa del asilo a Edmundo González Urrutia?
—Estoy de acuerdo, pero quisiera que ese apoyo fuera mucho más allá y que España tomara un liderazgo activo, mucho más activo, en este caso específico, porque la vuelta de Venezuela a la democracia podría traer de vuelta de la democracia en toda América, incluida Cuba, Nicaragua, etc. Echo de menos a la España que voltea hacia América Latina en un ánimo de respeto, con autoridad moral en busca de la concordia y la democracia. Esa España no existe ahora.
Publicado en ABC de España el 15 de septiembre de 2024. ABC.