De Guanajuato a San Luis Potosí
Lo justo hubiese sido que la decisión proviniera de la justicia, no del poder; que el tribunal electoral del Estado libre y soberano de Guanajuato hubiese anulado la elección en vista de las irregularidades. Lo legal hubiese sido que la decisión proviniese de la legalidad, no del poder; que la Legislatura del Estado se hubiese negado a ratificar al candidato del PRI como gobernador electo en vista de las irregularidades. Sin ser injusto o ilegal, lo que insólitamente ocurrió fue distinto: un suicidio político de un ejecutivo estatal antes de tomar posesión. Pero más allá de la naturaleza jurídica o legal del hecho y de sus motivos: ¿lo persuadieron, lo indujeron, lo convencieron, lo invitaron a un desayuno con tamales? sería absurdo negar la importancia política de la renuncia.
Se trata de una medida en la que el sistema se arriesga a lidiar en un terreno desconocido. El riesgo no está, por supuesto, en que el PAN logre una segunda gubernatura sino en que el caso Guanajuato siente un precedente. Este riesgo para el sistema es una oportunidad para la democracia. Es tal la concentración de poder en el Ejecutivo Mexicano que la autén-tica reforma política, el día que venga, tendrá que partir de una cesión real de ese poder a la sociedad. La renuncia de Aguirre no representa un cambio en ese sentido: más que una cesión es una concesión, pero una concesión muy importante que las fuerzas cívicas y democráticas del país deben aprovechar. Por un lado, para homologar el caso Guanajuato con el de San Luis Potosí e insistir tenazmente en la renuncia de Fausto Zapata. Por otro, para asegurar que las futuras elecciones en Guanajuato sean realmente distintas.
En el caso de que la presión cívica y democrática logre la segunda renuncia, las sencillas propuestas que siguen serían aplicables a San Luis Potosí. La homologación entre Guanajuato y San Luis Potosí tendría, más que un fundamento electoral, uno histórico. Si hay un estado que resiente un múltiple agravio histórico, ese estado es San Luis Potosí. Durante largos periodos, ha sido gobernado por caciques, como los hermanitos Cedillo o Gonzalo N. Santos. A esta supervivencia ranchera del feudalismo se ha aunado una continua imposición de autoridades por el gobierno central, la última de las cuales es la candidatura de Fausto Zapata. No es casual que en el movimiento navista vigente desde 1958 participen tres generaciones de potosinos. Su bandera no es sólo la limpieza electoral sino la autonomía, siempre propuesta, de su entidad frente al centro.
Por todo ello, la renuncia de Fausto Zapata emisario del pasado, si los hay y la convocatoria a nuevas elecciones sería el golpe maestro para restañar viejas heridas y satisfacer viejos agravios. Por lo que hace a Guanajuato, para ser un parteaguas, las elecciones próximas deberían ser, en efecto, próximas; convocadas de manera inmediata y realizadas en diciembre, junto con las elecciones municipales. Deberían, además, ser particularmente sobrias. El pueblo de Guanajuato padece suficiente penuria económica como para cargar con el renovado costo directo y de oportunidad de una campaña electoral a la manera priísta. Si el candidato el PRI es el senador electo, la campaña sería redundante; si es otro, bastaría un recorrido relámpago. En todo caso, la innovación básica de la campaña rápida sería la de un debate con reglas del juego claras y limpias en la televisión nacional y estatal. El programa se integraría con un grupo de analistas independientes y los candidatos. Así, la campaña estatal de Guanajuato innovaría con un sentido de verdadera modernidad: utilizaría el vehículo propio de la democracia la libertad de expresión para ventilar públicamente los asuntos públicos. En otras palabras, en vez de oferta de desayunos habría oferta de ideas.
En la campaña no habría ya propaganda partidista en bardas, postes, etc... Si el PRI quiere organizar costosos actos públicos o desayunos multitudinarios en la Alhóndiga de Granaditas con o sin tamales podría hacerlo, pero no durante el mes anterior a las elecciones. El día D cada guanajuatense acudiría a votar por cuenta propia: sin persuación, sin inducción, sin acarreo. El problema mayor sigue estando en los instrumentos mismos de la pasada elección: el padrón, las credenciales, las listas. Una intensa afinación de esos instrumentos sería muy recomendable hasta para saber el grado en que eran defectuosos.
Con todo, pienso que si el PAN, el PRD y los grupos cívicos de observación y vigilancia toman esa elección como una cruzada, los riesgos de nuevas irregularidades podrían reducirse notablemente. Con una ventaja adicional: la comparación detallada entre las dos elecciones sería reveladora. La prensa local de Guanajuato y la prensa moderna de México El Norte, por supuesto, antes que ningún otro diario haría un servicio a la opinión pública si durante el período del interinato investigara qué ocurrió realmente en los famosos municipios "zapato'' en los que el PRI ganó por XXX contra cero.
¿Cuál es la psicología de la unanimidad? ¿Cuáles son los métodos de la coacción? Sería muy significativo averiguar en la práctica estos mecanismos: son los últimos, fuertes coletazos del PRInosaurio, los que da gracias a su clientela cautiva. En suma, una contienda inmediata, sobria, abierta, libre, limpia, llevada a cabo a través de los medios modernos, deslegitimaría a la cultura política priísta desarticulando los usos habituales de patronazgo electoral y sentaría un precedente que modificaría las elecciones futuras. Si ocurre, Guanajuato, la cuna de nuestra independencia, podría serlo también de nuestra democracia.
El Norte