Historias de Tierra Caliente

Michoacán fue escenario de casi todas las guerras mexicanas de los siglos XIX y XX: la Independencia, la Reforma, la intervención francesa, la Revolución y la Guerra Cristera. Ningún criminal de la era revolucionaria fue comparable al michoacano Inés Chávez García, el salvaje cuyas hordas saquearon e incendiaron pueblos enteros. Ahora Michoacán ha vuelto a ser escenario de violencia.

Hace años, coludido con las autoridades políticas y policiacas locales y estatales, comenzó a operar el grupo criminal "La Familia Michoacana", cuya supuesta vocación era ayudar a la gente a mejorar sus vidas y a expulsar a los Zetas de Michoacán. En el proceso, adquirieron un inmenso poder y permearon capas enteras de la sociedad. Una de sus líneas de negocio era la producción de drogas sintéticas, en laboratorios secretos de la escabrosa sierra. Tiempo después, por una misteriosa metamorfosis, "La Familia" (o una parte de ella) se transformó en "Los Caballeros Templarios". Este grupo practica la extorsión sistemática a una escala sin precedente en México. Nada se les escapa: casas habitación, farmacias, consultorios, oficinas públicas, gasolineras, agricultores de limón y aguacate, tortillerías, escuelas. Michoacán es un estado secuestrado.

Hartos de esta situación, en febrero de 2013 surgieron grupos armados de "autodefensa", compuestos por rancheros o pequeños empresarios, algunos de ellos antiguos migrantes a Estados Unidos. No son los primeros en tomar la justicia en sus manos: hace tres años, los comuneros del pueblo indígena de Cherán decidieron colocar trincheras y guardias armados en las entradas de su pueblo para evitar las incursiones de los talamontes que han diezmado los bosques, patrimonio milenario de esa comunidad.

El actual epicentro de la acción que confronta a los "Templarios" con los grupos de autodefensa es la zona llamada "Tierra Caliente" que fue, desde tiempos coloniales, la sucursal mexicana del infierno (Luis González y González: La querencia). Tras atestiguar su aislamiento, su clima tórrido, su agreste fauna y flora y la índole violenta de su gente, Fray Diego Basalenque (cronista de Michoacán en la primera mitad del siglo XVII) la describió así: "Para quien no ha nacido allí, inhabitable, y para los nativos, insufrible". Cuando en 1785 Miguel Hidalgo solicitó al obispo alguna parroquia vacante, exceptuó prudentemente de su petición las de Tierra Caliente (Carlos Herrejón Peredo: Hidalgo, maestro, párroco e insurgente). Morelos, en cambio, ofició ahí con tesón y construyó de su propio peculio la iglesia y cementerio de Cutzamala, "tan sólidamente construido y tan decente -escribió- que no hay otro en Tierra Caliente". Un inmigrante italiano, Dante Cusi, fundó ahí a principios del siglo XX las prósperas haciendas arroceras de Lombardía y Nueva Italia. El general Lázaro Cárdenas las expropió para ensayar en ellas, sin éxito, un ejido colectivo. A fin de cuentas, la propiedad se pulverizó. La gente siguió siendo ingobernable. No es casual que Tierra Caliente sea el santuario de los "Caballeros Templarios".

Recientemente, las fuerzas federales han ocupado ese territorio. Tras desplazar a la corrupta policía municipal, han establecido una cierta convivencia con los grupos de autodefensa que tienen el apoyo mayoritario de la población y de respetados sacerdotes. Aunque hay versiones de que algunos miembros de las autodefensas tienen apoyo del cártel rival de los Templarios ("Nueva Generación", de Jalisco), el gobierno de Peña Nieto parece decidido a propiciar la incorporación de estas fuerzas a la esfera legal como hicieron en el siglo XIX Benito Juárez y Porfirio Díaz, que crearon el cuerpo de Rurales.

Además de esas y otras medias inéditas, la necesaria captura de los líderes y la neutralización definitiva de los Templarios requerirá la permanencia de las fuerzas federales y un arduo trabajo de coordinación e inteligencia entre las diversas dependencias.

Michoacán ha salido avante de todas sus guerras. De esta saldrá también. Por su peso histórico, debe convertirse en el ensayo de un orden social nuevo donde comience a reinar el estado de derecho. 2014 es un año propicio: no olvidemos que fue en Apatzingán, capital de "Tierra Caliente", donde Morelos promulgó hace doscientos años la primera constitución de México.

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