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Ideas para el debate

En una cosa estamos de acuerdo todos los mexicanos: el país no camina bien y urge hacer algo para corregir el rumbo. Atravesamos un peligroso estado de desánimo, confusión, ignorancia, banalidad, animosidad y estancamiento. En el tiempo que les queda libre, en los breves intermedios de su "reality show", los políticos se hacen propaganda y los medios les hacen eco, pero la ciudadanía no cuenta con esquemas claros sobre la naturaleza y gravedad de los problemas nacionales y sus posibles soluciones.

En su número de mayo, Letras Libres propuso un camino posible "para salir de Babel": elevar la calidad del debate público sobre esos problemas. En uno de los ensayos incluidos en la revista, Amartya Sen (Premio Nobel de Economía en 1998) sostiene que la democracia no reside sólo en la expansión del voto y las elecciones libres: "La gloria de la democracia está en el debate público abierto ... Ignorar la centralidad del debate público en la democracia no sólo distorsiona y disminuye la historia de las ideas democráticas sino que distrae la atención de los procesos interactivos a través de los cuales una democracia depende para funcionar ... La deliberación pública, libre y sin censura, es importante para que la gente determine aquello que debe demandar, lo que importa criticar, y el sentido mismo del voto." ¿Cómo traducir esta idea a México? Para no quedarnos en un inventario de abstracciones o buenas intenciones, se ha pensado en aprovechar la extraordinaria penetración y cobertura de los medios modernos de comunicación masiva y proponerles la producción y transmisión de una serie periódica de debates (mensuales, quizá) sobre los temas que afectan la vida de todos. Con ese objeto, se crearía un Comité de Opinión Pública manejado por un fideicomiso independiente, vinculado quizá, de alguna forma, al IFE. Este Comité organizaría los debates y compraría tiempos en los medios. Las conclusiones serían entregadas al Ejecutivo y Legislativo para manifestarles los cambios que la sociedad demanda. Los textos sobre el tema y los detalles de la propuesta pueden consultarse en www.letraslibres.com.

La acogida a la propuesta prueba que la inquietud señalada existe. Las críticas publicadas en diversos diarios, pueden englobarse en los siguientes puntos:

a. Desconfianza en que un "comité de notables" resuelva los problemas que corresponden a la sociedad en su conjunto.- A Raúl Trejo Delarbre, la idea le "resulta un tanto antipática". Presupone, dice Mauricio Merino, "que un solo grupo, más o menos extendido y cobijado por intereses comerciales claramente definidos, tendrá capacidad de fijar una agenda pública y proponer las salidas más convenientes". Nada garantiza, afirma Ramón Cota Meza, "que un comité, por selecto que fuese, elegiría los temas pertinentes". Leo Zuckermann abunda: un comité de este tipo "impulsaría una agenda de acuerdo a los intereses de cada uno de los participantes". En el mismo sentido, Jorge Meléndez Preciado rechaza el que "unos cuantos decidieran en el país".

b. Desconfianza en la capacidad de la televisión como espacio para debatir los problemas en profundidad.- La televisión sólo podría servir, dice Trejo Delarbre, "para mostrar los grandes trazos de una discusión": el formato televisivo "podría empobrecer las ideas en juego, en lugar de darles contexto y aliento"; la televisión sólo podría ser apta para "confrontaciones finales de propuestas acabadas", de otro modo "tendería a polarizar las posiciones en conflicto". Las ideas debatidas, expuestas a los grandes reflectores, comenta Ricardo Raphael, "serían una forma de reproducir la nefasta mecánica en la que estamos instalados para la reproducción de ocurrencias". Para Merino, la participación de los medios es un error: "Si la pobreza democrática la han construido en buena medida los medios... no parece coherente cifrar la mayor parte de la apuesta... en una serie de discusiones transmitidas en los horarios de mayor audiencia."

c. Debates sí existen, lo que falta es la voluntad política para traducirlos en resultados prácticos.- El problema de México, afirma Trejo Delarbre, "no es la falta de discusión sino la ausencia de acuerdos", "la carencia nacional no es de carácter intelectual sino político". "Los legisladores -aduce Zuckermann- no tienen incentivos para aprobar una agenda reformista", ni existen las "condiciones históricas e internacionales" necesarias. Los debates, señala Merino, "no pueden sustituir lo fundamental: la necesidad urgente de volver a la vida política". Algo análogo plantea, en su generoso artículo, Gilberto Rincón Gallardo.

d. Los medios no son el espacio adecuado para las discusiones públicas: son las instituciones políticas, como el Congreso y los partidos políticos.- "El espacio idóneo para procesar cualquier acuerdo es el de las instituciones", dice Trejo Delarbre: el Congreso debe ser ese espacio y los partidos políticos, los protagonistas. Para Jorge Medina Viedas "es una propuesta más de las que alientan contra los partidos políticos". Los debates televisados, plantea Jesús Reyes Heroles G., "pueden desembocar en un divorcio cada vez mayor entre la ciudadanía y las instituciones políticas". Luis Carlos Ugalde, presidente del IFE, ve con simpatía el proyecto pero aclara: "el eje de las respuestas a los grandes problemas nacionales" está en el Congreso.

e. La sociedad no está madura para ejercicios democráticos de esta naturaleza.- Según Claudia Ruiz Arriola: "Debatir es algo muy delicado. Implica una sofisticada tecnología cívica... que ni los ciudadanos, ni los políticos hemos digerido todavía." Fatalmente, comenta Zuckermann, "por más que lleguen las propuestas de un Sanedrín de excelsos notables al Congreso, éstas se archivarán".

f. Los debates acabarían al servicio de "los poderes fácticos".- Ricardo Alemán escribe: "Según esa propuesta, la opinión pública estaría acotada por el poder económico de los mecenas que patrocinarían los debates, por el poder mediático de las grandes televisoras y grupos radiofónicos y por el poder que consolida la peligrosa partidocracia, que es el IFE." "¿Por qué -inquiere Zuckermann- los partidos tendrían que enmendar unas reglas que los favorecen?" Los "dueños del poder" no están dispuestos a renunciar a sus prerrogativas.

g. No existen mecanismos reales que obliguen a los poderes a llegar a acuerdos concretos.- Se advierte cierta desconfianza en que los debates se traduzcan en cambios reales: "Lo que necesitamos -argumenta Trejo Delarbre- son reglas y principios comunes, no para debatir sino para tomar acuerdos que le urgen al país." Zuckermann: "Ya parece que los legisladores, de repente, se van a comportar como ángeles y van a asumir las propuestas enviadas por el comité. ¿Por qué tendrían que hacerlo?"

h. Reparos varios. El IFE "burocratizaría el debate" (Jesús Sánchez) y terminaría por engrosar su aparato (Medina Viedas). La palabra Comité es desafortunada (Trejo Delarbre y José Fernández). El formato propuesto es poco atractivo (Carmen Aristegui).

Hasta aquí el resumen de las objeciones. Todas contienen elementos válidos pero si, como parece, ninguno de los críticos reprueba en principio la propuesta, cabe pedirles sugerencias concretas para modificarla o enriquecerla. De entrada, conviene disipar un equívoco: una cosa es el debate parlamentario (cuyo sentido final es legislar) y otra muy distinta es el debate social (cuyo sentido es ofrecer al público ideas claras sobre los problemas). En el asunto de la electricidad, por ejemplo, existen posturas encontradas con respecto a la privatización. Aunque son razonables, el público carece de un cuadro completo sobre la situación de la industria y las diversas opciones que se abren para mejorarla. En el mismo tema eléctrico, hay conflictos potenciales de índole jurídica, económica, sindical, política, que sería útil comprender y airear. No se trata, hay que subrayar, de un programa más de conversación (los hay, y muy buenos). Se trata de una disputa a fondo en la que los protagonistas empeñarían lo único que tienen: su poca o mucha credibilidad pública. Si se plantean con un formato (televisivo, radiofónico, periodístico, internético) adecuado, los debates pueden despertar, enriquecer y afinar la conciencia ciudadana sobre los grandes problemas del país, lo cual es un fin en sí mismo. En el mejor de los casos, la masa crítica creada por los debates ayudaría a corregir, al menos en parte, los viciados usos y costumbres de nuestra vida política.

El proyecto (que es apenas una idea) no podrá llevarse a cabo sin el concurso directo y entusiasta de los medios de comunicación y las agrupaciones empresariales. Si prende, no será patrimonio de un grupo. Aspira a ser conducido por un número limitado, pero diverso y plural, de ciudadanos: líderes académicos, sindicales, intelectuales, empresariales, religiosos, personas que disientan de todo menos de la necesidad de debatir los problemas inaplazables de México. Por lo pronto, a reserva de adoptar o adaptar las críticas mencionadas (y las que se acumulen), es aconsejable debatir sobre el debate. A quienes estén interesados en participar en la configuración del mecanismo adecuado para los debates públicos, les rogamos enviar sus ideas, críticas y comentarios al correo electrónico debates@letraslibres.com. Toda propuesta será bienvenida y analizada. Lo dicho: hay que salir de Babel.

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