México: los usos de la historia
Nada más lejano de mi ánimo que promover en este espacio actos, libros o empresas propias, pero creo que la inminencia del Segundo Encuentro Vuelta (25, 26 y 27 de agosto) y el asunto que abordará justifican la excepción. ¿Recuerda el lector el Primero? Ocurrió hace ya tres años, estuvo marcado por los reveladores acontecimientos de 1989 y levantó ámpula. En este caso, se trata de propiciar una discusión plural sobre un tema más acotado en términos históricos y más cercano a nuestra circunstancia, que los que abordó aquel Primer Encuentro. Hemos pensado que 1993 requiere quizá otro tipo de reflexión: ya no sobre los grandes temas de nuestro tiempo, sino sobre algunos grandes temas de nuestro país y nuestra región. El foco del Primer Encuentro Vuelta fue el mundo a fin de siglo; a partir de él descendimos al caso mexicano. El foco del Segundo Encuentro Vuelta será "México: los usos de su historia''. A partir de él ascenderemos hasta tocar el mundo a fin de siglo.
Los amables lectores de "Memorial'' reconocerán la afinidad del Segundo Encuentro con la preocupación central de esta sección: la presencia de la historia en México en el presente de México. ¿Cuál es el legado vivo de los diversos pasados, no siempre compatibles, de nuestro país? ¿Cuánta densidad histórica puede y debe cargar a cuestas un pueblo y, en particular, nuestro pueblo a fin del siglo XX? En países de gran profundidad histórica como México, estas cuestiones no tienen un mero interés académico: rigen secretamente sus destinos. El debate se abrirá a los más amplios y polémicos puntos de vista, pero procurará esquivar las posturas dogmáticas o ideológicas dando cuenta, en cambio, de los notables avances que investigadores mexicanos y extranjeros han logrado en los últimos años.
Integrarán el encuentro seis mesas de discusión. Los temas irán avanzando en un sentido cronológico desde los tiempos precolombinos hasta la hora actual. No se trata, por supuesto, de cubrir todos los asuntos de interés histórico, sino ciertos temas que tienen un interés particular, ya sea por el avance reciente de los estudios en ese ámbito o por el significado y gravitación de ese pasado sobre nuestro presente. Los títulos definitivos de las mesas son los siguientes: La resurrección de los mayas, De Tenochtitlán a la Ciudad de México, Conquista y Conversión, La Iglesia y el Estado, La herencia del Siglo XIX, Revolución y postrevolución. Por fortuna no hay ni habrá libreto fijo en la discusión. Los participantes "harán camino al andar''. Con todo, creo que cabe profetizar levemente sobre el contenido y orientación de las respectivas mesas.
La historia de los antiguos mayas ha estado siempre envuelta en una selva de misterio. Su resurrección en nuestros días no es histórica, como en la Guerra de Castas del siglo XIX, sino historiográfica. En los últimos años, un conjunto de investigadores, entre ellos nuestros invitados, han hecho contribuciones sorprendentes al conocimiento del mundo maya. Gracias al desciframiento parcial de su escritura, sabemos ahora mucho más sobre sus hábitos políticos y guerreros, sobre su sociedad y su cultura. Develar estas revelaciones será el tema fundamental de esta primera mesa.
¿Jerusalén? ¿Roma? Muy pocas ciudades en el mundo poseen la gravitación casi teológica de la Ciudad de México. Todos los caminos históricos del país confluyen en ella: la ciudad estado de Tenochtitlán, la ciudad que fundó Cortés y diseñó el Virrey de Mendoza, la que cantó Balbuena y admiró Humboldt, la que Hidalgo no quiso tomar, la de los Tedeums y pronunciamientos, la de las entradas triunfales, el teatro terrible de la Decena Trágica, la ciudad imperio que cada vez más rige, devora, oprime, pero también nutre y fascina a los mexicanos. Esta sorprendente centralidad vinculada a muchos otros aspectos de la cultura mexicana, será el tema de la segunda mesa.
Desde el principio de nuestros tiempos independientes, se ha dicho que la Conquista es una herida abierta en la historia mexicana: una violación en el sentido más estricto del término. Esta versión consagrada contiene, por supuesto, una parte de verdad, pero oculta y distorsiona otra parte no menos fundamental y acaso más decisiva: la Conquista como vía de coexistencia y creatividad, como vía de mestizaje. La Conquista de México no es equiparable a la del Perú y menos aún a la de las posesiones anglosajonas. La diferencia específica es doble: el proyecto misionero de los frailes españoles y la predisposición espiritual de los indios (seres "religiosísimos'', decía Sahagún) propició una confluencia cultural que es quizá el rasgo histórico que caracteriza a México. Explorar las diversas facetas de la Conquista será el propósito de la tercera mesa de trabajo.
La Iglesia ha sido siempre el tema tabú de la historiografía liberal mexicana. Del doctor Mora hasta Justo Sierra, de Bulnes hasta nuestros días, la condena al papel de la Iglesia durante la Colonia bloqueó el conocimiento de esa institución fundamental de nuestra historia. Hace ya 25 años, la investigadora Nancy Farris publicó un libro que abrió brecha y que inexplicablemente, no ha sido siquiera traducido al español: Crown and clergy in Colonial Mexico. Tras ese análisis pionero siguieron varios estudios monográficos de David Brading que muy pronto culminarán con una obra maestra una más, de este extraordinario historiador sobre el obispado de Michoacán. En fechas recientes, Solange Alberro dio a la luz en el Fondo de Cultura Económica un espléndido trabajo en torno a otra institución de la que hablamos mucho y sabemos poco: la Santa Inquisición. Sobre la querella entre liberales y conservadores en el siglo XIX, García Cantú ha escrito textos polémicos. Y finalmente, sobre el conflicto entre en el pueblo cristiano, la Iglesia y el Estado en el siglo XX, ninguna obra supera en profundidad, en riqueza, en vigencia al clásico estudio que Jean Meyer publicó hace 20 años: La Cristiada. Estos cinco historiadores, acompañados por el Obispo de Zacatecas, integrarán la cuarta mesa de trabajo.
¿Conocemos bien el siglo XIX? ¿Cuándo se integró en verdad la nación mexicana? ¿Qué significaba México para los diversos y dispersos habitantes de la antigua Nueva España? ¿Cómo y cuándo se formaron los partidos liberal y conservador? ¿Cuáles eran las diferencias entre moderados y puros y cómo se fueron acentuando? ¿Cuáles fueron las causas de la desintegración, la anarquía, el desgobierno de los primeros cincuenta años de vida independiente? ¿Por qué tardó tanto en prender la idea liberal? ¿Prendió realmente? ¿Hasta qué momento puede hablarse de una supervivencia política novohispana? ¿Cuál fue la significación histórica de la Reforma? ¿En qué medida modificó la estructura económica, social y política del país? ¿Cuál es el balance actual de las grandes personalidades del siglo XIX: Iturbide, Santa Anna, Guerrero, Alamán, Mora, Bustamante, Ocampo, Comonfort, Juárez, Miguel y Sebastián Lerdo de Tejada, Miramón, Maximiliano, Labastida y Dávalos? ¿Cómo interpretar desde nuestra perspectiva al largo régimen porfiriano? Estas preguntas serán materia de discusión y controversia en la quinta mesa del Encuentro.
¿Ha muerto la Revolución Mexicana? Desde que en 1947 Daniel Cosío Villegas contestó afirmativamente a esta cuestión cardinal, numerosos autores se han ocupado del tema. La querella sobre el comienzo y el fin de la Revolución es todo menos ociosa: atañe al sentido mismo de ese fenómeno social que para bien y para mal cruzó el siglo XX mexicano. ¿Qué clase de Revolución fue la mexicana? ¿Cuáles fueron sus causas? ¿Hubo una o muchas revoluciones? ¿Fue, como hemos creído siempre, una revolución popular? ¿Cuál fue la significación de cada movimiento, de cada época y caudillo? ¿Cuáles han sido las principales tendencias historiográficas en torno a la Revolución? ¿Cuáles son las tendencias actuales de interpretación? ¿Cuál es, en suma, el balance histórico de aquel movimiento social? Los escritores e historiadores que debatirán sobre estos temas abordarán también el horizonte incierto de la postrevolución: ¿Qué usos podemos dar al legado histórico de la revolución? ¿Qué caminos inéditos debemos abrir para que el siglo XXI sea menos desigual, menos injusto, menos violento que nuestro siglo XX?
Comentario final: queremos que el Encuentro trascienda al público, amplíe el debate intelectual, enriquezca el conocimiento de nuestra historia y nos aclare un poco los usos (y abusos) del pasado en el presente. Lo que seguramente no queremos es la trivialización política de este esfuerzo intelectual. Por eso, reiterando el espíritu del Primer Encuentro, convocaremos como participantes e invitados especiales a tirios y troyanos con la sola condición de haberse distinguido por sus aportes a la historiografía mexicana.
El Norte