Propuesta
Imaginemos a un niño de 11 años en San Pablo Ayutla, Oaxaca. Es aplicado, de esos que sufren cuando sacan nueve. Sabe que una calle del pueblo se llama "Juárez'', como aquel Presidente de México nacido muy cerquita, en Guelatao; ha visto el retrato de Juárez colgado en el salón de clases y en una pequeña estampa a colores bajo el vidrio del escritorio. Un gran hombre. Ahora este niño aprende otras cosas sobre Juárez para su examen de Historia. Se ha "macheteado'' el capítulo correspondiente en su nuevo libro de texto. Por fin llega el día. Con letra clara y segura escribe:
Juárez vivió la política en todos sus niveles: fue regidor, diputado, Gobernador del Estado de Oaxaca, Presidente de la Suprema Corte y Presidente de la República. Lo hizo con sencillez y serenidad. Juárez dio a conocer las Leyes de Reforma. Asumió la defensa de la ley y de la integridad de la Nación como parte de su deber ciudadano, sin alardes. Fue firme y mantuvo el rumbo claro en los momentos de mayor adversidad. Organizó la defensa contra los invasores y formó un Gobierno itinerante que peregrinó desde la capital hasta la frontera norte. La fuerza de su voluntad mantuvo unidos a los liberales y los condujo al triunfo.
Diez de calificación. El párrafo, calcado del libro, está bien escrito, es sobrio y preciso: un buen resumen de la carrera pública del héroe. A la mayoría de los personajes de nuestra historia el libro los trata con mayor brevedad y menor detalle. O apenas los menciona. A Juárez no, y con razón. Con todo, precisamente por tratarse de Juárez, no hubiera sobrado decir, por ejemplo, que era indio y huérfano, que era de Oaxaca, que no hablaba español al principio sino zapoteco. El libro no da esos datos que no son "curriculares'' en el sentido político pero sí en el humano. Sin ellos, no es fácil ponderar el mérito de Juárez ni hablar de la raíz personal de su voluntad. En todo caso, el párrafo es innecesariamente breve se lee en dos minutos y es una lástima: En la figura de Juárez habría que extenderse más, volverla más rica, más humana. Humana e imperfecta: no hubiese sobrado tampoco una leve referencia al Tratado MacLane-Ocampo o a sus debatidas reelecciones.
Si el niño hubiera consultado la pequeñísima biblioteca de San Pablo encontraría un folleto de la SEP sobre Juárez, pero los niños son malos para consultar: necesitan guías. Su maestro les ha contado otras cosas sobre Juárez, datos y hechos que aprendió en la escuela normal y que pertenecen al saber histórico colectivo: imágenes infantiles sacadas de los "Apuntes para mis hijos'' que escribió Juárez, detalles de las Leyes de Reforma, anécdotas del paso de su carruaje por los desiertos del Norte, el inútil ruego de una bella Princesa para salvar la vida de Maximiliano, la frase "El respeto al derecho ajeno es la paz''. El maestro ha hecho bien en contar esas pequeñas historias a sus alumnos. Al cabo de unas semanas, los niños las retienen. Se han olvidado de los adjetivos, se han quedado con la acción y la sustancia.
El maestro de Ayutla sabe que la SEP elaborará nuevos libros para 1993 y que los actuales son de transición. Pero él quisiera enseñarles más a estos niños, no sólo sobre Juárez, sino sobre los hechos, personajes y problemas de aquel tiempo. Naturalmente, le interesa más la historia que la biografía. Le gustaría contarles cómo era México entonces y cómo era Oaxaca. Piensa que la SEP debería apoyarlo pero no sabe cómo.
Muy fácil. Para que la SEP llene el hueco (o, si se quiere, enriquezca el conocimiento) que dejan los nuevos libros de Historia sobre el tema de Juárez, hay un libro complementario ideal: Galería de la Reforma, de Luis González. Bastaría escoger unas cuantas piezas de las diferentes "salas'' que incluye (retratos, ideas y planes, sucesos, paisajes, leyes y tratados) y resumir la excelente descripción que hace el historiador sobre México en esa época. Podrían quedar, por ejemplo, un recuerdo autobiográfico de Juárez, un texto de Ocampo sobre liberales y conservadores, la anécdota de "Los valientes no asesinan'' de Prieto, "La cara sucia de la Capital'' de Altamirano y las garantías individuales de la Constitución de 1857.
Aunque Juárez no debió de morir, su obra y su tiempo no son los únicos temas que importan en México. Para reunir en un solo libro varias piezas ilustrativas de las diversas etapas de nuestra historia bastaría convocar de inmediato a cinco historiadores de más de 60 años (premios nacionales o miembros de la Academia de la Historia) reconocidos por todas las tendencias y escuelas (los hay, por fortuna) y pedirles que armen una Galería de la Historia de México. Los viejos de la tribu tienen las referencias de los textos en la mente y éstos son fáciles de recabar. Habría que ilustrar el libro de manera sencilla y al grano, e imprimirlo en las rotativas oficiales. El retraso para la época Prehispánica y Colonial no afectaría a los niños porque esas etapas están tratadas de manera más concreta en los nuevos libros de texto.
Sería un bonito regalo de Navidad, un libro para leer y releer, para atesorar: Mi libro de lecturas históricas.
El Norte