01 febrero 2002
"No hay límites para el deterioro, siempre puede estar peor." Las palabras de Alejandro Mayta, el guerrillero desencantado de la novela de Mario Vargas Llosa que, curado de fantasmas pero vacío de ilusiones, vuelve luego de muchos años a su lugar de origen, venían a mi mente en aquellos días de marzo de 1990.