Conmueve pensar en el viejo Vasconcelos que a sus cansados setenta y seis años, después de vivir una odisea personal de medio siglo, revisa con paciencia y amor los manuscritos que le han proporcionado los familiares y amigos de don Evaristo. Ha pensado en él no como un patriarca sino como un patricio.
"La historia de México desde 1822 -escribió Lucas Alamán- pudiera llamarse con propiedad la historia de las revoluciones de Santa Anna ... Su nombre hace el primer papel en todos los sucesos políticos del país y la suerte de éste ha venido a enlazarse con la suya".