El PAN nació diez años tarde. El 14 de septiembre de 1939, tras una década de intensa polarización ideológica, casi no había lugar entre fascismo y comunismo.
Cuando Frank Tannenbaum (1893-1969) publicó México, la lucha por la paz y por el pan (1950) fue satanizado como un gringo que deseaba frenar el progreso de México encabezado por el presidente Miguel Alemán: la industrialización.
Poco antes de atacar la ciudad de Guanajuato, el 21 de septiembre de 1810, el cura Hidalgo envío a su amigo, el intendente José Antonio Riaño, una carta en que la que intentaba persuadirlo de rendir pacíficamente la plaza.
Frente al inadmisible uso político de la fe cristiana vale la pena recordar, al menos hoy, su mensaje central. No es una prédica de división. Mucho menos de resentimiento, venganza u odio.
Navidad de 1908. En el pequeño segundo piso –casi un tapanco– de su casa en San Pedro de las Colonias, Coahuila, un hombre hojea el primer ejemplar del libro que ha escrito febrilmente durante algo más de tres meses.
"¿Quieres entender la experiencia histórica de las dos Américas? Lee Benito Cereno de Melville.” Al conjuro de estas palabras de mi amigo y maestro Richard M. Morse, he vuelto a leer aquella novela publicada en 1855.
Tres disciplinas literarias se disputan, como celosas hermanas, el arte de narrar la vida: la historia, la novela y la biografía. No son las únicas ni las más remotas.
En una página lúcida y cruel sobre Antonio Caso, Jorge Cuesta describió la impresión que había recibido al asistir por primera vez a una clase del maestro.