“Cualquiera que estudie Coriolano –afirmó William Hazlitt en Characters of Shakespeare’s plays (1817)– puede ahorrarse la lectura de las Reflexiones de Burke, Los derechos del hombre de Paine, los debates del Parlamento inglés desde la Revolución francesa.”
Mi abuelo paterno no era sionista. Tampoco era religioso. Era un sastre judío que sentía una profunda solidaridad con su pueblo milenario pero nunca visitó Israel y apenas pisó una sinagoga.
Pareciera que cada cien años México tiene una cita con la violencia. La guerra de independencia estalló en 1810, costó al menos doscientos mil muertos (5% de la población total) y desplegó una ferocidad extrema.
Si la concatenación jurídica de los hechos conduce a la anulación e invalidez de las elecciones por parte del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, la celebración de nuevos comicios y el eventual triunfo de López Obrador, México tendría la experiencia de un redentor en el poder.
Al atestiguar los efectos de la lectura de la historia en Andrés Manuel López Obrador, creo que Valéry fue demasiado piadoso: el sueño de la historia, mucho más que el de la Razón, produce monstruos.