La justicia no puede supeditarse al poder (así sea un poder que goce de popularidad). La justicia no puede doblegarse al "servil yugo". La justicia se puede reformar pero no decapitar.
Solo una estrategia de firmeza, pero también de contención responsable, secundada por la ONU y los principales países de Occidente, paliaría el temblor apocalíptico que nos circunda y envuelve.
Resulta extraño que un presidente dedicado a impartir diariamente clases de historia desdeñe la enseñanza de la historia en los llamados libros de texto gratuitos de primaria.