En casi todos los países, el acceso a los recursos petroleros y su explotación son temas esencialmente económicos. No en México: aquí el asunto pertenece a una teología secular.
Hace unos días, en el venerable e intimidante McCosh Hall de la Universidad de Princeton (famoso porque fue allí donde Einstein impartía sus conferencias) Mario Vargas Llosa y yo sostuvimos un diálogo sobre Latinoamérica.
"A veces las circunstancias son tan delicadas que uno no tiene más remedio que aplicar la ley". La frase, atribuida a un funcionario de la UNAM tras la incruenta operación de desalojo a los estudiantes que paralizaron esa casa de estudios en 1999, es reveladora del poco peso que nuestra cultura política otorga al acatamiento de las leyes.
La escena ocurrió en el departamento de Octavio Paz, durante la visita oficial de Jimmy Carter, en febrero de 1979. México vivía el delirio petrolero y López Portillo atravesaba el cenit de su presidencia imperial.