Un héroe de nuestro tiempo
Era el mayor estilista del idioma; le imprimió un ritmo, una música y un humor sin paralelo. Dejó varias obras magistrales. Fue un ensayista cultural de enorme originalidad, un enamorado del cine que escribió guiones, reseñas y textos memorables; un cubano doblemente exiliado (lejos de la patria y lejos del sol), un tropical en la lluviosa Londres, que sin embargo supo asimilar, recrear y hasta reinventar la literatura inglesa en español.
Pero para mí, y para otros muchos creyentes en la democracia en nuestro pobre continente (amenazado una vez más por demagogos y opresores), Guillermo Cabrera Infante era, sobre todo, un ejemplo de fortaleza moral.
Mientras los escritores de la disidencia europea tuvieron la fortuna de ver cumplidos sus sueños de libertad (al grado de que, en el caso de Havel, llegaron a presidir el nuevo orden democrático), Cabrera Infante tuvo la desgracia de no ver la liberación de Cuba, de no vivir para contarla.
Pero Castro no lo castró, como a sus detractores. La liberación de Cuba llegará, por supuesto, y la alcanzarán los propios cubanos que reconciliados con su origen martiano reconstruirán la prodigiosa cultura de su país, en un marco de libertad y prosperidad. Cuando ese momento llegue, los jóvenes cubanos habrán entendido el secuestro histórico al que sometió a sus padres y abuelos la locura de un dictador. Y entonces lo leerán, ya no en secreto, como ahora. Leerán con fervor, admiración, nostalgia y tristeza al Infante difunto, reconociendo en esa voz, su verdadera voz.
Reforma