México tiene fortalezas para enfrentar, con firmeza, inteligencia y dignidad, las veleidades de Donald Trump. Pero ninguna guerra puede ganarse desde una casa dividida.
Ante los vergonzosos hechos de Baja California, hay que decir que infringir el principio constitucional e histórico de la "no reelección" es absolutamente inadmisible en cualquier lugar y tiempo.
Reconocer la permanencia de la obra de Cortés y valorar la continuidad de su legado no significa olvidar el lado atroz de la Conquista ni demeritar a la civilización que, en gran medida, destruyó. Es superar el mito, es restituirlo a la historia.
Ante los vientos autoritarios que soplan en muchos países, en México no deben prevalecer el dogma o el cuchillo verbal, sino el diálogo auténtico, la civilidad, el respeto, la capacidad de escuchar.
Daniel Cosío Villegas criticó a los presidentes de México siempre bajo la misma óptica: ¿fueron constructores o destructores? Su respuesta no los favoreció.
La distinción entre justicia y ley –reivindicada por el presidente– está en Santo Tomás y los neoescolásticos y parece ser el verdadero modelo político que subyace en Iberoamérica. Su implantación moderna se traduce en diez premisas que, con matices, aplican al nuevo régimen mexicano.
Para llamar a la concordia no hacen falta precisiones historiográficas. Basta subrayar que el mensaje de estas fechas es un manantial de reconciliación. Y nos pertenece a todos.