Toda biografía, es obvio, encierra un haz de lecciones, pero hay biografías que son, en sí mismas, una moraleja nacional. Es el caso de Antonio Ortiz Mena.
Las crónicas que refieren la llegada del obispo a su Diócesis de Chiapas lo describen como un “buen teólogo y consumado jurista [...] Tenía el alma atribulada por el trato de los indios esclavos que se compraban y vendían como hatos de ovejas [...] Predicaba como apóstol enseñándoles los medios de su salvación que era poner fin a un trato tan ilícito”.
El 23 de julio de 1898, en una casa de la calle Isabel la Católica en la que no hace mucho se colocó una pequeña placa alusiva, nació Daniel Cosío Villegas.