29 julio 2017
Ramón era afable, inquisitivo, sencillo. Había dulzura en su trato y en su inteligencia. También él, como Job, había sufrido penas indecibles, pero la belleza de su espíritu, su fe y el riquísimo legado humanístico del que era heredero, lo salvaron con el don de un amor superior que transmitió a sus lectores y alumnos en sus cátedras, ensayos y poemas.