Desmesura
De 1972 a 1976, el Fondo de Cultura Económica estuvo a cargo directo del Sr. Javier Alejo; en los últimos dos años, lo estuvo a través del Sr. Guillermo Ramírez. Durante esos años, el Fondo vivió el estilo personal de gobernar de uno de los políticos más cercanos al presidente Echeverría, con resultados que critiqué en Plural 55, antes de que el echeverriato culminara con el golpe a Excélsior.
Por entonces estaba trabajando en la biografía del fundador del Fondo, Daniel Cosío Villegas, al cual entrevisté repetidamente. En grabaciones que conservo, me dijo cosas como las siguientes sobre la administración echeverrista del Fondo: "Si me pregunta... la situación es mala".
Para celebrar los 50 años del Fondo, hubo una ceremonia en la cual dije unas palabras sobre su evolución (Vuelta 95). Allí recordé unas palabras de Cosío Villegas sobre la falta de independencia del Fondo; como no quería lastimar a nadie, ni podía callar la verdad, al tocar esa época reduje mi crítica a un adjetivo: "En los setenta, el Fondo conoció un nuevo estilo de gobernar con indudables aciertos pero cuyo tono fue, a mi juicio, en ocasiones, de desmesura."
El mismo Sr. Alejo se encargó de confirmar esta mesurada observación con una réplica desmesurada que envió a La Gaceta (octubre 1984) donde resulta que el Fondo que recibió "era un cadáver" que había que resucitar, una "abuela decrépita con mala fama pública"; que su administración fue "un acto de amor", de "actividad febril", "entrega apasionada", "goce emocionado", con el maravilloso apoyo de maravillosas personas, entre las cuales pone a Daniel Cosío Villegas. Su memoria, como su administración, no se mide: toma por realidades sus buenos deseos.
Al lector más distraído del catálogo que acaba de editar el Fondo le saltan las pruebas de desmesura editorial. Sólo daré algunos ejemplos: en las colecciones Archivo del Fondo y Testimonios del Fondo -únicas que creó el Sr. Alejo- se publicaron casi cien títulos con un tiraje total de más de 1,600,000 ejemplares. De éstos ninguno aparece en la lista de títulos más reimpresos y sólo diez alcanzaron una reimpresión. Un examen de las colecciones muestra al observador imparcial que se trató, en su gran mayoría, de libros coyunturales, condescendientes y prescindibles, lo cual no implica que toda la política editorial de aquellos años fue deficiente. El Sr. Alejo tuvo, repito, indudables aciertos: la contratación de la Serie de Economía de Penguin, los libros de Rawls, Bertalanffy, Ibn Jaldún, Roeder, Cumberland, Juan García Ponce, José Emilio Pacheco, las obras escogidas de Marx y Engels y varios otros que hasta el más distraído lector podrá comprobar también si hojea el catálogo.
Pero la mayor desmesura no fue editorial sino administrativa: convertir el Fondo en la base de operaciones de un candidato a secretario de estado.
El Fondo llegó a tener 11 empresas filiales: Agencia Literaria Cultural, S.A., Audiovisual Fondo de Cultura, S.A., Comercial Fondo de Cultura, S.A., Distribuidora Nacional Fondo de Cultura Económica, S.A., Ediciones Fondo de Cultura Económica, España, S.A., Encuadernación Progreso, S.A., Fondo de Ciencia y Cultura Audiovisual, A. C., Fondo de Cultura Internacional, S.A., Fondo de Información y Computación, S.A., Inmobiliaria Fondo de Cultura Económica, S.A. y Lito Ediciones Olimpia, S.A.
1 fideicomiso: Centro Interamericano de Libros Académicos (CILA).
6 sucursales en el interior: Guadalajara, Jal. Guanajuato, Gto. Jalapa, Ver. León, Gto. Monterrey, N.L. Puebla, Pue.
6 sucursales en el exterior Bogotá, Colombia, Buenos Aires, Argentina Caracas, Venezuela Lima, Perú, Madrid, España, Santiago, Chile.
El futuro improbable historiador del fondo podrá encontrar mil huellas de desmesura en la operación de estas empresas. No por casualidad muchas entraron en liquidación al iniciarse el siguiente sexenio. La razón era simple: no podían sostenerse sino con subsidios. El 18 de junio de 1975 apareció en Excélsior un desplegado informativo sobre el Fondo, en el cual se celebraba que, por primera vez "en los últimos años", en 1974 hubo utilidades. Sin embargo, de la misma información se desprenden otras cosas. De 1972 a 1973, el número de títulos publicados se duplicó y el de ejemplares se triplicó, a pesar de lo cual el patrimonio disminuyó y hubo una pérdida de 7.5% sobre las ventas. En 1974, la producción aumentó menos; el personal llegó a 350 (para 315 títulos publicados); hubo "alzas en precios de papel y salarios"; hubo "incremento en los costos fijos, generado por los aumentos de salarios y por la necesidad de erogaciones no recuperables en el primer año de operación de las nuevas sucursales y librerías"; se realizó un "Concurso de Primera Novela con un premio de 125,000 pesos", un concurso de carteles, un Coloquio Iberoamericano de Editores, "la organización y manejo de un programa nacional de bibliotecas del Gobierno Federal" y "32 eventos culturales" del Fondo, todo "con cargo a sus resultados"; no se aumentaron los precios de los libros que "se mantuvieron en los mismos niveles que el año anterior y, en algunos casos, con disminuciones"; a pesar de todo lo cual, misteriosamente, el costo de ventas disminuyó del 52% al 44% y la pérdida de 7.5% se convirtió en utilidad de 2.8% sobre ventas. Por otra parte, esa teórica utilidad no financió la duplicación de los activos que hubo ese año más que en un 4%, el 96% restante se cubrió con créditos y subsidios.
El fondo del problema está en la concepción que el Sr. Alejo tuvo y tiene del Fondo: debía ser -cito sus palabras- una editorial "del Estado y no del gobierno" que "hiciese avanzar la ideología del desarrollo en México" estando "por delante del Presidente y no a la zaga de él", la cultura como vanguardia ideológica. Y así, en efecto, se manejó. Bastó que el Presidente comentara que el FCE no publicaba "suficientes libros sobre temas mexicanos del momento" para que el Sr. Alejo se adelantara a publicar, en ediciones de 20,000 ejemplares, títulos sobre la UNCTAD, el Tercer Mundo, la Comisión Tripartita, la justicia económica internacional y otros temas mexicanos del momento (echeverrista), títulos que murieron de muerte sexenal. Y si alguna vez la dirección del FCE se atrevió a disentir de la sugerencia presidencial de publicar las memorias de un ex presidente, no fue -lo explica el Sr. Alejo- por razones intelectuales sino "en vista de que los libros en cuestión ya habían sido publicados previamente por otros editores". Tenía razón Cosío Villegas cuando lamentaba la falta de independencia del Fondo. Todo el mundo sabía que eran comunes los dedazos y los subsidios desde los Pinos. ¿Cómo olvidar que el FCE sirvió de "agencia de viajes" en aquel famoso "avión de redilas"? Hasta un teléfono de la Red lo unía con las alturas.
Afortunadamente, el Fondo era y es una de las empresas culturales más sólidas y nobles de América latina. Su acervo y sentido original le han dado fuerza para resucitar de administraciones que, confundiendo la cultura con la ideología, la salud financiera con el subsidio, el público lector con el Gran Lector, quisieron convertir una editorial en un Ministerio.
Vuelta, núm. 94