Patrick Tomasso on Unsplash

Desmesura

De 1972 a 1976, el Fondo de Cultura Económica estuvo a cargo directo del Sr. Javier Alejo; en los últimos dos años, lo estuvo a través del Sr. Gui­llermo Ramírez. Durante esos años, el Fondo vivió el estilo personal de gobernar de uno de los políticos más cercanos al presidente Echeverría, con resultados que critiqué en Plural 55, antes de que el echeverriato culminara con el golpe a Excélsior.

Por entonces estaba trabajando en la biografía del fundador del Fondo, Daniel Cosío Villegas, al cual entre­visté repetidamente. En grabaciones que conservo, me dijo cosas como las siguientes sobre la administración echeverrista del Fondo: "Si me pre­gunta... la situación es mala".

Para celebrar los 50 años del Fon­do, hubo una ceremonia en la cual dije unas palabras sobre su evolución (Vuelta 95). Allí recordé unas palabras de Cosío Villegas sobre la falta de independencia del Fondo; como no quería lastimar a nadie, ni podía ca­llar la verdad, al tocar esa época redu­je mi crítica a un adjetivo: "En los setenta, el Fondo conoció un nuevo estilo de gobernar con in­dudables aciertos pero cuyo tono fue, a mi juicio, en ocasiones, de desmesura."

El mismo Sr. Alejo se encargó de confirmar esta mesurada observación con una réplica desmesurada que envió a La Gaceta (octubre 1984) donde resulta que el Fondo que reci­bió "era un cadáver" que había que resucitar, una "abuela decrépita con mala fama pública"; que su adminis­tración fue "un acto de amor", de "ac­tividad febril", "entrega apasionada", "goce emocionado", con el maravillo­so apoyo de maravillosas personas, entre las cuales pone a Daniel Cosío Villegas. Su memoria, como su admi­nistración, no se mide: toma por reali­dades sus buenos deseos.

Al lector más distraído del catálogo que acaba de editar el Fondo le sal­tan las pruebas de desmesura edito­rial. Sólo daré algunos ejemplos: en las colecciones Archivo del Fondo y Testimonios del Fondo -únicas que creó el Sr. Alejo- se publicaron casi cien títulos con un tiraje total de más de 1,600,000 ejemplares. De és­tos ninguno aparece en la lista de tí­tulos más reimpresos y sólo diez alcanzaron una reimpresión. Un examen de las colecciones muestra al obser­vador imparcial que se trató, en su gran mayoría, de libros coyunturales, condescendientes y prescindibles, lo cual no implica que toda la política editorial de aquellos años fue deficien­te. El Sr. Alejo tuvo, repito, induda­bles aciertos: la contratación de la Serie de Economía de Penguin, los libros de Rawls, Bertalanffy, Ibn Jaldún, Roeder, Cumberland, Juan Gar­cía Ponce, José Emilio Pacheco, las obras escogidas de Marx y Engels y varios otros que hasta el más distraído lector podrá comprobar también si hojea el catálogo.

Pero la mayor desmesura no fue editorial sino administrativa: conver­tir el Fondo en la base de operaciones de un candidato a secretario de esta­do.

El Fondo llegó a tener 11 empresas filiales: Agencia Literaria Cultural, S.A., Audiovisual Fondo de Cultura, S.A., Comercial Fondo de Cultura, S.A., Distribuidora Nacional Fondo de Cultura Económica, S.A., Ediciones Fondo de Cultura Eco­nómica, España, S.A., Encuadernación Progreso, S.A., Fondo de Ciencia y Cultura Audio­visual, A. C., Fondo de Cultura Internacional, S.A., Fondo de Información y Computa­ción, S.A., Inmobiliaria Fondo de Cultura Eco­nómica, S.A. y Lito Ediciones Olimpia, S.A.

1 fideicomiso: Centro Interamericano de Libros Académicos (CILA).

6 sucursales en el interior: Guadalajara, Jal. Guanajuato, Gto. Jalapa, Ver. León, Gto. Monterrey, N.L. Puebla, Pue.

6 sucursales en el exterior Bogotá, Colombia, Buenos Aires, Argentina Caracas, Venezuela  Lima, Perú,  Madrid, España, Santiago, Chile.

El futuro improbable historiador del fondo podrá encontrar mil huellas de desmesura en la operación de estas empresas. No por casualidad muchas entraron en liquidación al iniciarse el siguiente sexenio. La razón era sim­ple: no podían sostenerse sino con subsidios. El 18 de junio de 1975 apa­reció en Excélsior un desplegado in­formativo sobre el Fondo, en el cual se celebraba que, por primera vez "en los últimos años", en 1974 hubo utili­dades. Sin embargo, de la misma in­formación se desprenden otras cosas. De 1972 a 1973, el número de títulos publicados se duplicó y el de ejemplares se triplicó, a pesar de lo cual el patrimonio disminuyó y hubo una pér­dida de 7.5% sobre las ventas. En 1974, la producción aumentó menos; el per­sonal llegó a 350 (para 315 títulos pu­blicados); hubo "alzas en precios de papel y salarios"; hubo "incremento en los costos fijos, generado por los aumentos de salarios y por la necesi­dad de erogaciones no recuperables en el primer año de operación de las nuevas sucursales y librerías"; se re­alizó un "Concurso de Primera Nove­la con un premio de  125,000 pesos", un concurso de carteles, un Coloquio Iberoamericano de Editores, "la or­ganización y manejo de un programa nacional de bibliotecas del Gobierno Federal" y "32 eventos culturales" del Fondo, todo "con cargo a sus resulta­dos"; no se aumentaron los precios de los libros que "se mantuvieron en los mismos niveles que el año ante­rior y, en algunos casos, con dismi­nuciones"; a pesar de todo lo cual, misteriosamente, el costo de ventas disminuyó del 52% al 44% y la pérdida de 7.5% se convirtió en utilidad de 2.8% sobre ventas. Por otra parte, esa teórica utilidad no financió la dupli­cación de los activos que hubo ese año más que en un 4%, el 96% restan­te se cubrió con créditos y subsidios.

El fondo del problema está en la concepción que el Sr. Alejo tuvo y tiene del Fondo: debía ser -cito sus palabras- una editorial "del Estado y no del gobierno" que "hiciese avan­zar la ideología del desarrollo en Mé­xico" estando "por delante del Presi­dente y no a la zaga de él", la cultura como vanguardia ideológica. Y así, en efecto, se manejó. Bastó que el Presidente comentara que el FCE no publicaba "suficientes libros sobre temas mexicanos del momento" para que el Sr. Alejo se adelantara a publi­car, en ediciones de 20,000 ejempla­res, títulos sobre la UNCTAD, el Ter­cer Mundo, la Comisión Tripartita, la justicia económica internacional y otros temas mexicanos del momento (echeverrista), títulos que murieron de muerte sexenal. Y si alguna vez la dirección del FCE se atrevió a di­sentir de la sugerencia presidencial de publicar las memorias de un ex presi­dente, no fue -lo explica el Sr. Alejo- ­por razones intelectuales sino "en vis­ta de que los libros en cuestión ya habían sido publicados previamente por otros editores". Tenía razón Co­sío Villegas cuando lamentaba la falta de independencia del Fondo. Todo el mundo sabía que eran comunes los dedazos y los subsidios desde los Pinos. ¿Cómo olvidar que el FCE sirvió de "agencia de viajes" en aquel famoso "avión de redilas"? Hasta un teléfono de la Red lo unía con las alturas.

Afortunadamente, el Fondo era y es una de las empresas culturales más sólidas y nobles de América latina. Su acervo y sentido original le han dado fuerza para resucitar de administraciones que, confundiendo la cultura con la ideología, la salud fi­nanciera con el subsidio, el público lector con el Gran Lector, quisieron convertir una editorial en un Ministe­rio.

Vuelta, núm. 94

Sigue leyendo:

Línea de tiempo

Conoce la obra e ideas de Enrique Krauze en su tiempo.
<
>
01 noviembre 1984