Gandhismo político
Hay personas que cosechan su siembra política y moral después de muertas. En el caso de Manuel Gómez Morín. Lo conocí una mañana de 1970, en su despacho el 701 el viejo edificio del Banco de Londres y México. Mientras leía en la antesala el opúsculo titulado 1915, escrito por Gómez Morín en 1926, vi salir a Efraín González Morfín acompañado por un hombre de menor estatura y mayor edad, pero rozagante en apariencia y dueño de una maravillosa sonrisa. Tras de despedir al candidato del PAN, el hombre advirtió con sorpresa mi lectura. "Es que estoy esperando a Gómez Morín", le dije. Cuando contestó que era no creerle: no le creí. Así de joven y luminosa era su presencia. Moriría en 1972 a los 75 años de edad.
Tenía una actitud estoica ante la política. El país había entrado a una periodo turbulento. Por un lado en el gobierno, la tentación, la ideología y la práctica revolucionaria. Cuando le narre, con todo detalle, la experiencia del 10 de junio de 1971, su reacción no fue solidaria con la rebeldía estudiantil, ni mucho menos, por supuesto, con la dureza oficial. Su respuesta fue un movimiento pendular de la cabeza lamentando no solo los hechos de la violencia sino -ahora veo- la poca, la nula comprensión social hacía la salida que el había propuesto desde hacia casi medio siglo: la democracia.
Ya que en aquel pequeño libro convocaba a su generación a renovar el esfuerzo cívico de Madero. La idea comenzaba a encontrar ecos entre los coetáneos cuando la súbita irrupción del vasconcelismo concentró todos los esfuerzos. Gómez Morín se sumó a la campaña el "Madero culto" organizando entre otras cosas sus finanzas, pero desconfió siempre de la impronta caudillista del movimiento. Sus consejos a Vasconcelos en 1992 apuntaban a la dirección contraria: no apostarlo todo a una elección y un hombre; formar un grupo político sólido y permanente. El PAN pudo haber nacido entonces como un partido maderista-civista opuesto al PNR, militar-nacionalista. Para desgracia de la vida democrática mexicana (y para fortuna de nuestra literatura) Vasconcelos no aceptó el consejo. "No soy Gandhi", comentaba a sus allegados.
Gómez Morín sí lo era, en más de un sentido. Durante su heroico rectorado (el adjetivo es el justo) la Universidad no solamente salvó su precaria autonomía sino que consolidó como un islote la libertad intelectual en aquel mar encrespado de dogmatismos que fue el decenio de los treinta. En 1939, frente a la corporativización política que instrumentó el cardenismo, Gómez Morín -a sus 42 años de edad- no esperó más: se propuso 'mover las almas', fundó Acción Nacional.
Treinta años más tarde, recordaba con cierta tristeza las batallas en el desierto político de los cuarentas. las matanzas de león; las múltiples iniciativas bloqueadas en el Congreso; el día que un diputado del PRI lo acusó de ser hijo del español a los que Gómez Morín contestó: "Si viera que hermoso es tener padre y saber quién es", la pena de Castro Leal (otro de los "Siete Sabios") presentándose a enfrentar en el distrito electoral de San Ángel a su viejo amigo y tolerar el fraude consiguiente; la mofa de Ruiz Cortines que llamaba los panistas "místicos del voto".
No todo en aquella historia era memorable la vacilación del PAN frente a los ingresos de México a la Segunda Guerra Mundial fue un capitulo tan vergonzoso como las alarmas panistas ante la menor crítica a la Iglesia. Y sin embargo, Gómez Morín podía disimular estos y otros errores, o ni siquiera admitirlos, porque su trayectoria democrática era intachable. ¿Pero había valido la pena? Dos luchadores cívicos (González Luna, Chistileb Ibarrola, Calderón Vega, Hinojosa Álvarez y tantos más) se habían empeñado en cambiar a México por la vía de un "gandhismo" democrático, sin mayores frutos. ¿Los daría alguna vez?
Gómez Morín murió sin vislumbrar la reanimación del PAN que ocurriría una década más tarde. En 1976, el PAN no contendió ni siquiera para la Presidencia. Si no tuvo un trance de desaparecer, atravesó por una crisis profunda de militancia y rumbo. La imagen de Carlos Castillo Peraza golpeado, reclamando el triunfo en su natal Mérida ante López Portillo desdeñoso y chocarrero, ha quedado en mi memoria como ejemplo de coraje cívico frente a un sistema envenenado de soberbia. Pero de pronto, tras la debacle de lo que Zaid ha llamado "la economía presidencial", un nuevo PAN remplazaba al antiguo en Sonora, Nuevo León, y sobre todo Chihuahua 86. Los neopanistas (Clouthier, Barrio, Fox, Ruffo, para mencionar a unos cuantos) entraron a la escena cuando comprendieron algo que los hombres de la generación 1915 (Gómez Morín, Lombardo Toledano, Cosío Villegas) habían advertido desde un principio: la llaga fundamental de la vida mexicana es de naturaleza política. Poco tiempo después, la izquierda neocardenista arribó a la misma conclusión y actuó en consecuencia.
Ahora el PAN que plantó Gómez Morín tiene frente a sí su mejor oportunidad en 50 años. Más allá de las destrezas polémicas, dialécticas, histriónicas y esdrújulas de Diego Fernández de Cevallos, y más allá de los méritos políticos que quepa concedérsele (yo, en lo personal, no concedo demasiados, pienso que está armado más para debatir que para escuchar, y desconfió seriamente de sus planteles y sus posturas conservadoras), el repunte de su campañas la cosecha del gandhismo político practicado por su partido desde su fundación.
Pero Gandhi - se olvida a menudo- alcanzó su objetivo: la liberación de la India. Para que el PAN consume el suyo requerirá mucho más que un abogado litigante ante las cámaras y una trayectoria de abnegación. Necesitará comunicar con claridad su programa a la opinión pública, sobre todo es sus aspectos económicos, sociales, demográficos y religiosos. ¿Cuáles son las diferencias específicas con el programa del PRI?, ¿Cuál es a fondo y en detalle, su agenda económica? (En el debate Fernández de Cevallos -mal chico- reprobó esta asignatura). ¿Qué modalidades introduciría en el Programa Solidaridad?, ¿Cuál es la postura ante el crecimiento demográfico? (A juzgar por sus frases desafortunadas de los días recientes, su actitud en estas materias es preocupante). ¿Qué piensa del creciente papel político de la Iglesia? (o del "mocherio" para usar su jerga).
Tenacidad política, pacifismo a ultranza, claridad de programa. Con esos tres elementos gandhianos, el partido fundado por Gómez Morín podrá prestar al país el mayor de los servicios: desacreditar toda amenaza de violencia; movilizar pacíficamente a los ciudadanos en caso de actos ilegales durante la elección; ejercer y promover la más plena libertad de expresión; insistir, cualquiera que sea el resultado de los comicios, en la integración de un gobierno plural (plural no dual). Para todo ello, el PAN requiere una transformación definitiva: abandonar la "brega de eternidades", bregar para el día de hoy; no jugar el papel de una alternativa creíble: serlo.
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