Gran Hermano está mirando

No hace mucho conversé con mi amigo el escritor español José María Lassalle sobre la novela 1984 de George Orwell. Teníamos mi ejemplar a la mano. Transcribo la charla.

JML: En el país dominado por Gran Hermano –el personaje omnipotente, omnipresente, omnímodo de la novela– había varios ministerios, pero ninguno tan importante como el Ministerio de la Verdad. Estaba a cargo de imponer la mentira.

EK: Comenzando por la historia. Lo que más me impresionó es la frase: “Quien controla el pasado controla el futuro, quien controla el presente controla el pasado”. Si los habitantes de Oceanía -el inmenso Estado colectivista que inventó Orwell- tuviesen conocimiento de su pasado, controlarían su futuro, por eso el partido se dedica sistemáticamente a destruir toda noticia verdadera del pasado.

-Pero no solo destruye el pasado sino que lo rehace e inventa. La falsificación se aplicaba a los periódicos, los libros, revistas, folletos, carteles, programas, películas, bandas sonoras, historietas para niños, fotografías.

-Ahí trabajaba Winston Smith, el protagonista de la novela, rehaciendo noticias en el “Departamento de Registros”. Si Gran Hermano había prometido un récord de producción de botas y no se alcanzó, los registros se modificaban para que la declaración pasada coincidiera con los resultados presentes.

-Se rehacían los libros de texto. La gente se convencía de que fulano de tal, gran general, había triunfado en cierta batalla, pero el general era un invento. Y al revés, el verdadero general se borraba de los textos.

-Subrayé este párrafo de esos libros, referente al pasado inmediatamente previo a “la gloriosa Revolución de 1950” en Inglaterra (ahora parte de Oceanía). Una joya:

En los antiguos tiempos […] no era Londres la hermosa ciudad que hoy conocemos. Era un lugar tenebroso, sucio y miserable donde casi nadie tenía nada que comer y centenares y millares de desgraciados no tenían zapatos que ponerse ni siquiera un techo bajo el cual dormir. Niños de la misma edad que ustedes debían trabajar doce horas al día a las órdenes de crueles amos que los castigaban con látigos si trabajaban con demasiada lentitud y solamente los alimentaban con un pan duro y agua. Pero entre toda esta horrible miseria, había unas cuantas casas grandes y hermosas donde vivían los ricos, cada uno de los cuales tenía por lo menos treinta criados a su disposición. Estos ricos se llamaban capitalistas […] todos los que no eran capitalistas pasaban a ser sus esclavos. Poseían toda la tierra, todas las casas, todas las fábricas y todo el dinero. Si alguien les desobedecía, era encarcelado inmediatamente y podían dejarlo sin trabajo y hacerlo morir de hambre. Cuando una persona corriente hablaba con un capitalista, tenía que descubrirse, inclinarse profundamente ante él y llamarle señor. El jefe supremo de todos los capitalistas era llamado el Rey…

-En 1984 los noticieros propagaban los logros fenomenales del régimen y omitían los desastres.

-Pero aun ese control es insuficiente. Por eso el Ministerio de la Verdad tiene agentes, ojos, escuchas, pantallas de televisión equipadas con sensores del pensamiento, del gesto, de la emoción.

-¿Y qué me dices del newspeak?

-Era el instrumento central de dominación. Tenía el objetivo de limitar cada vez más el número y sentido de las palabras, para así disminuir el rango del pensamiento y con ello la realidad. Por ejemplo, podías decir “el mantel está libre de polvo”, pero no podías decir “ejerzo mi libertad de crítica”. Eso era un crimethink (crimen de pensamiento) penado por la Thinkpol (policía del pensamiento).

-El newspeak estaba lleno de mentiras comprimidas en dos palabras: a los campos de trabajo forzado les llamaban joycamps (campos de alegría).

-Practicaban la esquizofrenia institucional, cuyo método era este:

Estar consciente de lo que es realmente verdad, mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas.
Sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias.
Repudiar la moralidad mientras se le invoca.
Olvidar cuanto sea necesario olvidar y, no obstante, traerlo a la memoria en cuanto se necesitase, para luego olvidarlo de nuevo.

-Era un régimen totalitario. ¿Qué buscaba?

-Ellos mismos lo pregonaban: “El objeto del poder es el poder”.

-¿1984 te parecía vigente cuando lo leíste por primera vez?

-Pensaba que correspondía a la era estalinista. Pero 1984 es el manual del populismo del siglo XXI.

-¿Borramos esta conversación?

-Sería inútil. Gran Hermano está mirando.

Publicado en Reforma el 20 de febrero de 2022.

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