Es probable que, con su agonía, Hugo Chávez haya logrado la inmortalidad que buscó siempre, esa certeza de veneración eterna reservada a los santos, los mártires, los redentores.
En 1986, cuando dábamos apenas los primeros pasos en la concepción de un México democrático, leí en The New York Review of Books un ensayo que me impresionó.
La gran tradición historiográfica francesa tiene en Jean Meyer un representante cuya obra –a estas alturas– no desmerece frente a la de su maestro Pierre Chaunu o a la de François Chevalier, célebres historiadores que dedicaron sus afanes a Hispanoamérica.
El inminente arribo del PRI al Poder Ejecutivo federal, y su amplia presencia en el Congreso y los gobiernos estatales y municipales, me ha llevado a recordar un famoso episodio del "Encuentro Vuelta: La experiencia de la libertad".
Pareciera que cada cien años México tiene una cita con la violencia. La guerra de independencia estalló en 1810, costó al menos doscientos mil muertos (5% de la población total) y desplegó una ferocidad extrema.