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Reseña: Biografía del poder

Enrique Krauze, Biografia del poder, tomo I: Porfirio Diaz, mistico de la autoridad; tomo 11: Francisco I. Madero, mistico de la libertad; tomo III: Emiliano Zapata: el amor a la tierra; tomo IV: Francisco Villa, entre el angel y el fierro: tomo V: Venustiano Carranza, puente entre siglos; tomo VI: Alvaro Obregón: el vertigo de la Victoria; tomo VII: Plutarco E. Calles, reformar desde el origen, y tomo VIII: Cárdenas, general misionero, Fondo de Cultura Económica, Colecci6n Tezontle, 1986 y 1987. (lnvestigación iconoqrafica de Aurelio de los Reyes.)

Jesús Gómez Serrano

La serie Biografía del poder, cuyos ocho tomos están ya a la venta, ha tenido un enorme éxito de librería. En un país en el que textos de esta naturaleza no alcanzan mas que por excepción los 4 mil ejemplares, lanzar tiros de 30 y 45 mil ejemplares es todo un acontecimiento. Y como el éxito es el imán mas poderoso del éxito, los libros de Krauze se han convertido inevitablemente en tema de tertulias y en bocadillo de toda suerte de reseñas. Hay quienes, prudentemente, se han abstenido de leerlos, esgrimiendo a titulo de excusa los antecedentes "ideológicos" del autor, su estrecha relación con cierta camarilla y sus irritantes propuestas en materia de política contemporánea. Hay otros que después de ojear superficialmente los libros y echando por delante el peso real o ficticio de su prestigio acdémico o institucional, han condenado la obra de Krauze por superficial, inexacta, carente de rigor y par algo mas difícilmente asible que han dado en llamar sus "supuestos ideológicos".

Pero son muy pocos los críticos que se han tornado la molestia de leer los ocho volúmens, de situarlos en una perspectiva correcta y de emitir un juicio equilibrado. En realidad, a los libros de Krauze les ha pasado lo que a los bestsellers y los clásicos: cualquiera habla de ellos y se permite externar las opiniones mas descabelladas, pero son pocos los que realmente los han leído.

Se tachan de ideológicos y se esgrimen en favor de esta tesis frases hechas y sacadas de su contexto, o bien se dice que son obras menores, porque el aparato critico esta limitado a lo esencial o porque sus propuestas son sencillas y están redactadas en un lenguaje asequible.

Pienso, sin embargo, que estos ocho ensayos biográficos son encomiables por mas de una razón: su presentaci6n gráfica es impecable, la distribución de los materiales en capítulos breves y concisos facilita su lectura, la generosa y siempre bien pensada distribución de fotografías, grabados y facsímiles hace pensar que no se trata de simples motivos ornamentales, sino de verdaderas explicaciones que ilustran y complementan el texto. Su mayor mérito. empero, es haber sacado de la inexpugnable torre de la Academia un conjunto de saberes esenciales para la comprensión de nuestro presente y haberlos puesto a disposición de un público bastante mas amplio que el formado por los eruditos. Nadie duda que para estudiar a fondo ese tramo de historia nacional que conocemos como El Porfiriato es estrictamente necesario leerse los diez volúmenes de la Historia Moderna de México, pero es igualmente claro que al mexicano ordinario, al hombre de la calle. le puede bastar con leer el tomo I de la Biografía del poder.

Ante todo, se antoja necesario tomar estos libros por lo que realmente son y no por lo que no son, por lo que explícitamente no son. No son ni pretenden ser una historia integral del periodo 1870­1940; tampoco son investigaciones eruditas, dirigidas a un reducido publico intelectual y destinadas a hacer luz sobre aspectos poco conocidos o francamente inéditos de la vida de ciertos personajes; mucho menos son versiones oficiales de esa magna tragedia o epopeya que conocemos como Revolución mexicana, por la sencilla razón de que Krauze no es ­tal como sus libros y ensayos lo demuestran­ un intelectual orgánico.

Las Biografías del poder son, mucho mas sencillamente, obras que condensan las aportaciones hechas por otros investigadores y que tratan de vulgarizar ese saber, de llevarlo a un publico amplio (en el sentido en el que, en un país como México, puede ser amplio el publico lector de libros). En cuanto al método de exposición de Krauze, que es el mismo en los ocho volúmenes y en cuya virtuosa aplicación podemos encontrar una de las razones del éxito de la obra, habría que hacer un breve comentario.

El autor parte de una recuperación, atenida a lo que permiten las fuentes mas conocidas, de la infancia y la juventud de los personajes, con la idea de encontrar en su origen social, su situación familiar o en ciertas experiencias fundamentales de los biografiados, la clave que explique su posterior proceder como gobernantes o como lideres de un movimiento.

Los capítulos son todos breves. agiles y directos; no se pierden en digresiones ociosas ni en profundizar, y cuando lo hacen, la maestría narrativa de Krauze es tal que en lo aparentemente accesorio se encuentra la explicación de lo fundamental. Aunque hay que decir que el autor no

se limita a exponer los hechos; lo suyo no es la cronología ni la erudición apabullantes; abundan las fechas, los nombres y las referencias a acontecimientos y lugares, pero todo encuadrado en un marco interpretativo general, con el que se puede o no estar de acuerdo, pero cuya existencia no se puede negar. Por ejemplo, cuando en el ultimo capítulo del tomo V se refiere Krauze a la muerte de Carranza, compara las diferentes versiones y concluye dando por buena, en principio, la hipótesis del suicidio, aunque añade que en cualquier caso Carranza murió "con una dignidad comparable a la de Miramón”, seguro de que aun en el instante supremo su destino le pertenecía. Cuando puede ­en los casos de Diaz, Villa y Calles sobre todo­, Krauze remata sus biografías con un capitulo en el que recupera los últimos años de la vida de sus personajes. Años particularmente interesantes, llenos de nostalgia de poder y de reflexiones no desprovistas de autocrítica, y manejados además con singular pericia. 

Por lo que toca a las fuentes. Krauze conoce las mas útiles y se sirve de ellas con honestidad y destreza, señalando con alguna frecuencia de dónde toma tal dato o apreciación. Datos nuevos casi no los hay, pero Krauze no pretende vendernos gato por liebre: las suyas son obras de divulgación y eso el y cualquier lector mínimamente avispado lo tienen claro. En realidad, dado el publico para el que están escritos los trabajos, el estado actual de las investigaciones sobre los diferentes temas abordados y el tiempo invertido en su preparación. los libros dejan poco que desear. Errores, inexactitudes y omisiones seguramente los hay, pues no hay obra perfecta ni investigación insensible al pulimiento, pero puestos en la balanza los aciertos y los yerros, parece obvio que el fiel se inclina del lado de los primeros.

A pesar de que los libros no son en su conjunto el resultado de una investigación original y de que una y otra vez Krauze se vale de lo que han dicho otros, hay muchas apreciaciones personales, novedosas y llenas de interés. Discutibles, desde luego, porque al fin de cuentas en este terreno nadie puede pretender decir la ultima palabra, pero indudablemente sugestivas y originales. Cuando habla, por ejemplo, de la "identidad en tránsito" de Porfirio Díaz, Krauze se revela como un biógrafo fino y agudo, que echa mano de la psicología sin llegar a los extremos que tan familiares nos son en autores como Stefan Zweig, que cree poder descubrir detrás del mas inocente gesto los rasgos mas determinantes de una personalidad. También habría que añadir a la lista de aportaciones la recuperación de los Diarios de Madero, en los que el Apóstol asentaba los resultados de sus experiencias espiritistas, y la de algunos papeles que se conservan en el archivo personal del general Calles. La lectura atenta de estos documentos le ha permitido a Krauze arrojar nuevas luces sobre la epoca y los personajes.

Para fortuna de los lectores. en los libros de Krauze también tienen su parte las presuntamente defenestradas “fuerzas impersonales de la historia". En efecto, aunque por razones publicitarias se ha insistido en el papel protagónico y fundamental de los héroes, por todos lados se filtran, deliberadamente, las referencias al contexto, a la época y a situaciones que siendo ajenas al control del personaje determinan sus ideas y sus actos. Es claro que para Krauze la historia no es sólo el resultado de una puja ciega e impersonal y que en sus biografías los individuos no son meros "portadores" de relaciones sociales de producción, pero también lo es que no comparte las ideas de Carlyle sobre el protagonismo de los héroes. Las suyas son biografias que no se entienden sin la presencia de múltiples determinaciones, y también historias que responden ­no mecánica ni directamente, desde luego­ a los dictados de voluntades privilegiadas. Pienso que la historicidad que atribuye Krauze a sus personajes es aquella de la que habla Hegel, la propia de personajes que entienden el espíritu de SU época y SUS mas profundos móviles, y que la encabezan.

Se ha dicho que estos libros "están destinados a un publico culto, casi a una elite intelectual", y que su maldición radica en el hecho de que esa minoría los juzgará poco dignos de atención, una especie de pasatiempo ligero e inútil, Desde mi punto de vista, sin embargo, el problema no radica en el hecho (falso) de que los libros estén escritos para un publico de entendidos, que conocen de antemano los detalles de historias que se cuentan sólo a medias, o a las que apenas si se alude, sino en que tratan de personajes y situaciones que se entrecruzan y que resultaría un

tanto ocioso estar recreando cada vez. Es el caso. por ejemplo, de las celebres entrevistas sostenidas por Obregón y Villa en septiembre de 1914, que se recuperan con cierta prolijidad en el tomo IV y que en el VI se recuerdan muy brevemente, sólo porque ilustran mejor que ningún otro episodio la valentía de Obregón. Aunque hay que reconocer también que hay episodios y situaciones que se dan ­indebidamente­ por sabidas. En la página 19 del tomo VII, por ejemplo, se alude a "Salvador Alvarado, el buen amigo de Calles", pero el' autor nunca nos explica quien era el tal Alvarado y por que su amistad con Calles. Un error similar se comete en la pagina 84 de ese mismo volumen, donde se habla de "la extraña muerte del general Ángel Flores", dándose por descontado que el lector conocerá las circunstancias en que murió Flores y que compartirá la apreciaci6n del autor. Estos deslices, sin embargo, no empañan el hecho mas importante: las historias están narradas de tal manera que puedan ser comprendidas y disfrutadas por un público mucho mas amplio (y menos mezquino) que el universitario.

Unas líneas, por ultimo, sobre lo que algunos llaman "los supuestos ideológicos" de los volúmenes aquí reseñados. Habría que decir primero de qué "supuestos" se trata y después aclarar en que medida se trata de una mercancía que quiere deslizarse subrepticiamente. En cuanto a lo primero, no me parece que sean "supuestos": son propuestas explicitas, lecciones que el autor deriva de las vidas de sus personajes. Y por lo que toca a lo segundo, el lenguaje de Krauze es tan llano y directo que no puede razonablemente pensarse en una celada, en una trampa atrapa­bobos. Uno puede o no estar de acuerdo con él, pero no atribuirle la actitud de quien arroja una piedra y enseguida esconde la mano. Por lo demás. las ideas de Krauze no son nuevas: el mismo se ha encargado otras veces de defenderlas, y de defenderlas con argumentos de historiador. Entonces, ¿por qué el escandalo?

¿Cuales son en todo caso esas propuestas que han provocado que más de alguno se rasgue ostentosamente las vestiduras? Son las mismas que figuran en aquel celebre ensayo titulado Por una democracia sin adjetivos, publicado hace algunos años en la revista Vuelta, de la que Krauze es subdirector. Después. en otros textos, el autor ha vuelto a aquellas ideas, exhibiendo a la vez que su carácter poco ortodoxo su pertinencia. Ahora las retoma y lee con esos lentes la vida de nuestros revolucionarios. Krauze cree que la historia mexicana ofrece, desde el punto de vista de la política, dos momentos estelares: los años de la República Restaurada, presidida por un punado de bravos que creían más en el progreso político que en el económico y que ejercieron fiera y tenazmente las libertades garantizadas por la Constitución, y la época mas efímera de la presidencia maderista, cuando el poder vuelve de nuevo a tener diques, cuando la prensa se ve al fin libre de censura y cuando los estados de la federación empiezan a ejercer verdaderamente su autonomía.

Krauze cree también, y lo dice sin ambages, que la democracia electoral es la palanca más efectiva del progreso social y el asiento más sólido de una prosperidad bien entendida. Y ese es el mensaje que dirige a sus lectores ya sus patrocinadores: hay que saldar esa antigua cuenta, hay que devolver a la democracia su lugar, hay que utilizar el legado dejado por aquellas generaciones de liberales heroicos. Krauze podría parafrasear a Madero y decir que el pueblo no desea pan, sino libertad, porque con la libertad se conquista el pan.

Esta convicción del autor permea todo el texto. Cuando se pregunta por que cayó Porfirio, responde recordando la "antigua querella" del dictador "con el liberalismo puro, el político", (I, p. 137) Y cuando habla del triunfo (efímero) del “Apóstol” cita a Cosío Villegas: "la bandera maderista era una verdadera reivindicación ... Era la reivindicación de la libertad individual ... " del individuo contra el poder opresor del Estado ... era el reconocimiento del viejo apoteqrna bíblico de que "no sólo de pan vive el hombre…" (II, p. 66) E incluso en la caída de Madero encuentra Krauze la oportunidad de extraer esta misma lección: "la medicina democratica no tiene techa de caducidad" nos dice y bien haríamos en ver nuestras llagas políticas y morales en aquellas que descubrió y trató infructuosamente de curar el de Coahuila.

Estas tesis son discutibles, pero nadie puede darse el lujo de negar sin más su poder explicativo y de refundirlas en el cajón de lo inservible. La irritación que han provocado nos recuerda que en México los intelectuales no tienen la costumbre de discutir: prefieren ignorarse o, en caso de extrema necesidad, insultarse. A Krauze no se le puede ignorar: tanta es la fama que ha ganado con sus escritos y tanta la publicidad que se le ha hecho a su Biografía del poder. Lo aconsejable entonces es agredirlo, descalificarlo sin haberlo leído. enjuiciar sumariamente su obra y enviarlo al purgatorio. En épocas mas aciagas se lo hubiese tachado de entreguista, de agente a sueldo del imperialismo y de corruptor de la esencialmente buena conciencia del mexicano. Hoy, esos calificativos están en desuso, aunque su lugar lo ocupan otros no menos inteligentes: escudero de Octavio Paz, vocero de Televisa, niño bien metido a intelectual.

La lógica es la misma: calumniar hasta el cansancio, con el fin de que algo quede. Es la lógica de la simplificación y la violencia, la cultura d aquellos que a pesar de su carácter presuntamente iconoclasta siguen siendo en el fondo de su corazón pequeños inquisidores.

Secuencia (1987), 8, mayo-agosto, 204-227

ISSN: 0186-0348, ISSN electrónico: 2395-8464

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