Reseña: Lecciones de vida y destino

ENRIQUE KRAUZE, Spinoza en el Parque México, México, Tusquets, 2022, 776 pp. ISBN 9786070763434

Enrique Turpin

Entre la Colonia Roma, la Colonia Condesa, el Hipódromo de esa misma colonia que recibió migrantes de cualquier origen y el distrito de Juárez se encuentra un extenso y popular parque de la Ciudad de México en el que el historiador y ensayista Enrique Krauze (1947) mantuvo durante mucho tiempo charlas con su abuelo Saúl sobre tres temas básicos: la historia del socialismo y de la Revolución Rusa, la literatura universal y Baruch Spinoza, que era el filósofo de cabecera de ese abuelo que fue ante todo sastre, el mismo que encaraba los problemas con la frase “ya se planchará” y decía, como buen spinozista, que “Dios está en todas partes”. Los encuentros iniciales fueron con aquel zeide que tanto sabía de telas como de anarquismo, pero hubo otros con otros tantos interlocutores que fraguaron la mirada incisiva de un joven que iba para ingeniero hasta que se cruzó la Historia en su camino. El epicentro de esa revolución personal fue el Parque México, ahora convertido en una nueva conversación —la vida es eso—, esta vez puesta en letras de molde, en la que el historiador, ensayista y editor intercambia un diálogo de más de setecientas páginas con José María Lassalle.

"La figura de Spinoza, filósofo a contracorriente en un mundo ya de por sí plagado de contradicciones, se erige faro y destino para estas páginas"
Se trata de un proyecto largamente postergado, casi el libro que le faltaba por escribir a Enrique Krauze y que, finalmente, se ha escrito solo, de tan natural que ha surgido. Pasa por ser una biografía intelectual, unas memorias centradas en la formación personal de una de las figuras más destacadas de las letras mexicanas de los últimos tiempos para entender el devenir del poder en el último siglo y fundamental en la renovación de la mirada crítica desde Latinoamérica al mundo, desde Siglo de caudillos a Biografía del poder, desde sus años en la revista Vuelta a los actuales en Letras Libres, que fundó y dirige. La trayectoria de estos encuentros pasa por los primeros años junto al abuelo, encargado de proporcionarle la urdimbre para que el futuro historiador montara su propia biblioteca personal, pero recala en todas y cada una de las figuras tutelares y personalidades que han jalonado su formación intelectual, de maestros a colegas, de familiares a amigos. El resultado es un sobresaliente retrato de sus setenta y cinco años cumplidos entre lecturas por el que pasan Simon Dubnow, Irving Howe, Gabriel Zaid, Max Weber, Hanna Arendt, Octavio Paz, Emma Goldmann, Fiódor Dostoievski, Franz Kafka, Jorge Luis Borges, George Orwell, un sinfín de heterodoxos y, más que nadie, Daniel Cosío Villegas, a quien ya le dedicó un libro ejemplar en forma de biografía intelectual a partir de sus muchísimas horas de conversaciones grabadas inéditas.

Si es cierto que uno lee para entender, uno escribe para aprenderse. La figura de Spinoza, filósofo a contracorriente en un mundo ya de por sí plagado de contradicciones, se erige faro y destino para estas páginas en las que amigos como Carlos Monsiváis, Héctor Aguilar Camín, José Emilio Pacheco, Hugo Hiriart o José María Pérez Gay propician la palabra y la afinan en la idea de que “una vida intelectual no ocurre en las nubes. Una biografía intelectual no atañe solo a las ideas y creencias de una persona sino a su vida real, en la cual la dimensión material del trabajo es fundamental”. Lo periférico como lugar y atalaya para apropiarse uno de sus dominios en libertad, y hasta apropiarse de la tan difícil libertad en cualquier circunstancia. Ahí se regresa de nuevo al autodesterrado Spinoza y al Parque México, esta vez convertido en un poema que lleva el mismo título que este libro y que ve la luz para recordar que hace ya mucho que ronda en la vida de Krauze la metáfora del parque como lugar de encuentro y Spinoza como luminaria que propicia el diálogo. Será el abuelo Saúl, originario de Wyzkow, una pequeña ciudad cercana a Varsovia, quien recoja el testigo del filósofo sefardí y lo traspase a su nieto Enrique. El verso “¿Quién piensa en el mesías cuando hay libros?” no es más que un homenaje a un modo de entender el conocimiento en esa mezcla de placer y profundidad sin dioses por medio, muy parecido al deslumbramiento que produjo la lectura de Hacia la estación de Finlandia, de Edmund Wilson, de la que se dijo que libros así nos recuerdan que “la historia está viva y abierta y llena de posibilidades y emociones”. Sea en yiddish, inglés o español, el mensaje es el mismo. Conversa, lee, mejora, cuéntalo. Enrique Krauze ha esperado toda una vida para ello. Nosotros no hemos de esperar tanto para apresar esta lección de vida y destino. El agradecimiento es grande.

Publicado en Zenda el 11 de febrero de 2023.

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