Reseña: Spinoza en el Parque México. La libertad como genealogía

ENRIQUE KRAUZE, Spinoza en el Parque México, México, Tusquets, 2022, 776 pp. ISBN 9786070763434

Jon Juaristi

'To the Finland Station’ (1940), de Edmund Wilson, sucesión de semblanzas de los ideólogos del socialismo desde Babeuf a Lenin, ha servido de modelo a varias genealogías contemporáneas. En una del sionismo, ‘To the Promised Land. A History of Zionist Thought from Its Origins to the Modern State of Israel’ (1996), de David J. Goldberg, me inspiré directamente para ‘El bucle melancólico. Historias de nacionalistas vascos’ (1997). A su vez, Mario Vargas Llosa, que adivinó la filiación wilsoniana de esta última, declaró en el pórtico mismo de otra suya, ‘La llamada de la tribu’ (2018), que "nunca habría escrito este libro si no hubiera leído, hace más de veinte años, ‘To the Finland Station’, de Edmund Wilson". En esta breve genealogía de genealogías, la última en haber visto la luz lleva el título de ‘Spinoza en el Parque México’ (Tusquets, 2022), que no es la biografía de una corriente de pensamiento, sino la ejecutoria autobiográfica, para decirlo a la manera de los heraldos de armas, de Enrique Krauze, uno de los más imprescindibles ensayistas e historiadores de nuestra lengua.

Hay quien piensa que la condición judía está reñida con el discurso genealógico, pero desde la destrucción del Segundo Templo hasta la publicación, entre 1853 y 1875, de la ‘Geschichte Der Juden’, de Heinrich Graetz, todo el pasado de los judíos se vertió en pura genealogía, en relaciones de linajes.

La desaparición de los judíos de Europa, por exterminio o por éxodo, volvió a suscitar en los escritores descendientes de los asesinados y de los inmigrantes la necesidad de la genealogía. Una de las piezas más representativas de esta tendencia se tituló precisamente ‘Las genealogías’ (1981), de la mexicana Margo Glantz.

‘Spinoza en el Parque México’ viene a ser también, a su modo, un árbol genealógico de la familia intelectual de su autor, que incluye dos generaciones, al menos, de su familia consanguínea, sus padres y abuelos, inmigrados a México y -más marcadamente sus abuelos- judíos de izquierda. Uno de estos abuelos, el sastre Saúl Krauze, inició a su nieto Enrique, todavía adolescente, en la filosofía de Spinoza durante sus paseos por el Parque México. De ahí arranca el relato del libro, concebido sobre la falsilla de ‘To the Finland Station’ y organizado como una larga y minuciosa conversación con José María Lassalle, en la que Krauze va dando cuenta y razón de los tres linajes que convergen en una trayectoria inequívocamente liberal.

Judíos no judíos

El primero de los tres corresponde a lo que Isaac Deutscher llamó los judíos no judíos, que no comprende solo a los que rompen toda relación con el judaísmo y la judeidad (como pertenencia a una comunidad cultural), sino, además, a quienes, aun desviándose de la tradición religiosa, siguen reconociéndose (y siendo reconocidos por los gentiles) como participantes, en algún sentido, de la identidad judía. Por eso, Krauze prefiere a la expresión de ‘Deutscher’ -y a otras, como la de judíos rupturistas, utilizada por Alain Minc- la de judíos heterodoxos, vaga e irónicamente inspirada en Menéndez Pelayo. A este linaje, inaugurado por un pensador del siglo I, Elisha Ben Abuyah, Ajer, con el que se estrena el epíteto condenatorio hebreo ‘apikoros’ (epícureo, ateo), y que llega hasta Freud, Adorno, Benjamin o Hannah Arendt, pertenecerían Pablo de Tarso, Spinoza, Heine, Marx, y, en general, los judíos que, por diversas vías, quisieron universalizar el judaísmo: bien abriéndolo a los gentiles, convirtiéndolo en una filosofía racional o en un mesianismo revolucionario. En todos ellos encuentra Krauze elementos valiosos para la construcción de un concepto moderno de libertad.

Dos generaciones

En segundo lugar, propone un linaje específicamente mexicano con su origen en Francisco Madero, que transcurre en dos generaciones: la de 1915 (la de Reyes, Vasconcelos, Antonio Caso…) y la de 1929 (que fue la de Daniel Cosio Villegas, Manuel Gómez Morin y Octavio Paz, entre otros). En esta halló Krauze a sus maestros más cercanos, que pudo conocer y tratar directamente: una generación vinculada a publicaciones como ‘Plural’ y, sobre todo, ‘Vuelta’, la revista dirigida por Octavio Paz a la que se incorporarían autores de otra generación intermedia entre la de aquel y la de Krauze, como Alejandro Rossi o Gabriel Zaid. La del 68, en cambio, fue en su mayoría hostil al proyecto democratizador de ‘Vuelta’, en el que solo Krauze -prácticamente el único entre sus coetáneos- participó activamente.

El tercero de los linajes es el de los pensadores antitotalitarios de la segunda mitad del siglo XX, que Krauze dio a conocer, a través de ‘Vuelta’, al público de lengua española: Orwell como origen; autores llegados del frío como Solzhenitsyn, Václav Havel o Leszek Kolakowski, y otros como el estadounidense Daniel Bell y Sir Isaiah Berlin, nacido en Letonia y nacionalizado británico. La estación de Finlandia a la que llega el triple tren blindado de esta genealogía se llama ‘Por una democracia sin adjetivos’, el decisivo ensayo/manifiesto escrito por Krauze en Oxford en 1984, año orwelliano, y publicado en México en 1986. No será fácil encontrar algo comparable en riqueza y hondura a ‘Spinoza en el Parque México’ entre los frutos intelectuales del trienio de la pandemia.

Publicada en ABC el 24 de octubre de 2022.

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