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Responsabilidad de los jóvenes

El envío final de aquella conversación para y por los jóvenes que exploraba mi propia experiencia generacional y la veía en el espejo del presente, fue breve pero quiso ser contundente y claro.

Quizá fue un tanto injusto, pero su dureza, en todo caso, proviene de una máxima en la que creo. La leí en algún texto de Pedro Henríquez Ureña: "La crítica de un amigo es una bendición divina''.

Los jóvenes de hoy podrían tener una participación decisiva en los tiempos que vienen. Pero vuelvo a descorazonarlos: me temo que están impreparados para lo que les espera. No han vivido ni leído políticamente lo que deberían, sin el fantasma de los fatídicos ismos del siglo XX (comunismo, fascismo, nazismo) se han creído inmunes a la desgracia histórica. Créanme, no lo están. Ninguna generación en ningún sitio lo ha estado.

La Historia es una caja de sorpresas, desagradables casi siempre, un reino azaroso en el que nadie impera y que sólo cabe embridar parcialmente con una sabia conjunción de libertad y responsabilidad. ¿Quién la ejercerá en los próximos años?

El país está entrampado por costumbres, ideas, ideologías e instituciones políticas arcaicas y los partidos que se dicen revolucionarios son los últimos que intentarán reformarlas. Ante esta circunstancia, la única vía de progreso político sería un cercado múltiple de la sociedad civil a las camarillas políticas que las eduque en el primer valor de la democracia: el respeto y reconocimiento del otro.

¿Dónde están las organizaciones de la juventud en la sociedad civil? ¿Dónde escriben, piensan, discuten, se reúnen los jóvenes preocupados por la vida pública? ¿Qué leen? ¿Cómo conectan lo que leen con lo que viven? ¿Cuándo decidirán buscar, discurrir, inventar por sí mismos aventuras, empresas, ideas que incidan en la vida pública? ¿Esperarán a dejar de ser jóvenes para tomar en sus manos su propio destino?

Una idea práctica se me ocurre: que los jóvenes universitarios mexicanos, tan dados ahora a organizar congresos y escuchar prédicas, organicen por su cuenta y desde ahora BRIGADAS DE OBSERVACION en las próximas votaciones de 1994. Sería la mejor escuela de educación política a la que podrían asistir.

Generación tras generación los jóvenes mexicanos de todas las épocas tuvieron el sueño de llegar a ser Presidentes de la República. Ese sueño de virreyes y Tlatoanis, de caudillos y caciques es parte de nuestra arcaica tradición, si actúan con realismo y responsabilidad, los jóvenes de hoy podrían soñar con otra presidencia no única sino múltiple: la de la sociedad civil.

Un empresario, un técnico, un profesionista, un escritor, un periodista, un religioso, un artista, un deportista que se exigen como el que más, no sólo enriquecen a su sociedad: pueden volverse instancias de legitimidad pública que contribuyen a limitar al poder, a encauzarlo y pedirle cuentas.

Hombres y mujeres así tomarían la estafeta libertaria del 68 y la llevarían a un puerto seguro y definitivo. Construir este tejido social excelencia profesional y responsabilidad pública al margen del poder, de frente al poder, debería ser, a mi juicio, la vocación generacional de los jóvenes de hoy.

Dudo que lo sea, pero recuerdo mis errores y los de mi generación, pienso que nadie experimenta en cabeza ajena y, finalmente, dudo de mi duda.

El Norte

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