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Salvar al IMSS

El Instituto Mexicano del Seguro Social, creado en tiempos del general más sensible de la Revolución (Manuel Avila Camacho), es el heredero de una tradición muy antigua, la de los hospitales fundados casi al término de la Conquista, primero por el propio Hernán Cortés (el Hospital de Jesús, que sigue en pie, dando servicio ¡a casi 500 años de su fundación!) y, más tarde, por las diversas órdenes religiosas y la Iglesia secular. Acaso el ejemplo más conocido es el del obispo Vasco de Quiroga, que estableció un pueblo-hospital en Santa Fe y una cadena de convivencia utópica (hospitalaria, económica y social) en la Meseta Tarasca. El legado de los hospitales novohispanos (estudiados puntualmente por la gran historiadora Josefina Muriel) continuó en la era liberal en la figura de los grandes médicos que crearon importantes especialidades y fundaron sanatorios durante el Porfiriato, hombres ilustres que ahora sólo son nombres abstractos (Doctor Lucio, Doctor Lavista), fantasmas sin rostro en la populosa colonia de "Los Doctores". Tiempo después, en los años veinte, Manuel Gómez Morín trabajó en un proyecto de seguridad social que se pospuso hasta pasada la tempestad de los años treinta, cuando lo retomó el gobierno de Avila Camacho.

Con todos sus defectos y limitaciones, el IMSS es una institución indispensable para el pueblo de México, que sigue confiando en "el seguro" para dar a luz a sus hijos, aliviar sus enfermedades, atenuar el dolor de sus ancianos y contar con una pequeña cantidad en caso de retiro o invalidez. Alguna vez conversé sobre el IMSS con don Antonio Ortiz Mena (ese mexicano eminente que a sus 95 años no ha tenido el homenaje nacional que merece). Había sido director en tiempos de don Adolfo Ruiz Cortines. "El Presidente -me contó- recordaba la costumbre veracruzana del médico familiar. Por eso creamos esa figura y asignamos a cada médico un número de familias. Se personalizó el servicio, no las consultas. Se establecieron unidades compuestas por el médico familiar, la enfermera, la trabajadora social (que se ocupaba de la medicina preventiva), un pediatra, un partero." En mi propia familia tenía la prueba de esa vocación de servicio: mi tío, el doctor Luis Kolteniuk, que trabajó en el Hospital de "La Raza" se había comprometido a tal grado con aquel proyecto que, ya viejo y retirado, seguía maletín en mano, visitando enfermos, y dando consultas en su casa. Su clientela -gratuita por supuesto- era el vecindario aledaño al Parque México.

Esa imagen del IMSS no es idílica: se repite en este mismo instante, en la esperanza de los enfermos y la vocación genuina de tantos médicos, enfermeras y trabajadores. Pero hay una realidad que conspira contra ella, y se ha venido formando como un silencioso aluvión a través de décadas de irresponsabilidad (y corrupción) política, administrativa y sindical. El IMSS es el emblema de la salud y la seguridad social pero tiene dentro de sí un monstruo burocrático que amenaza con devorarlo.

Para comprender el problema, hay que partir de un dato desolador. De los 40.6 millones de trabajadores que hay en México, alrededor de la mitad no tienen acceso a los sistemas de seguridad social, aunque muchos pagan impuestos federales utilizados para financiar a los afortunados que sí lo tienen. Alrededor del 30% de aquel total está afiliado al IMSS. La prioridad obvia debería ser mejorar los servicios y ampliar la cobertura del IMSS hasta hacerlo universal. Pero el instituto no está en posibilidades de cumplir con estas metas debido a su "Régimen de Jubilaciones y Pensiones" (RJP), que debería ser un caso clínico de estudio para quienes dudan de que nuestro país está urgido de reformas estructurales.

Los 12.1 millones de trabajadores del sector privado no pueden retirarse antes de los 65 años de edad. Cuando lo hacen, cobran en el mejor de los casos un 40% del último sueldo y, en la mayoría, el sueldo mínimo. En cambio, los 500,000 trabajadores del IMSS (380,000 activos y 120,000 jubilados, que representan el 1.2% de la fuerza de trabajo nacional) se están retirando, en promedio, a la tierna edad de 53 años, con el 131.6% de su último sueldo, munificente cantidad que sigue recibiendo, además, los mismos incrementos de los trabajadores activos. El RJP es tan generoso, que el valor presente de las obligaciones por ese concepto asciende a la bonita cifra de 366,662 millones de pesos, una deuda pública equivalente aproximadamente al 5.7% del PIB de 2002. Por contaste, si los 12.1 millones de empleados del sector privado afiliados al IMSS hicieran efectiva esa opción, el costo sería del 25% del PIB. Así de escandalosa es la disparidad de privilegios. El RJP es una bomba de tiempo para todos los mexicanos: si el pasivo proveniente de ese régimen se registrara en el balance general del IMSS, su patrimonio neto sería negativo: menos 153,695 millones. Aún si se vendieran todos sus activos, los mexicanos le quedaríamos debiendo a cada trabajador y extrabajador del IMSS algo más de 300,000 pesos en promedio. El día de hoy, el IMSS dispone de sólo 584 pesos por derechohabiente para ofrecer servicio médico (después de pagar nóminas, prestaciones y las obligaciones derivadas del plan de pensiones). Con esta tendencia, el año 2020 el IMSS no tendrá recursos para comprar una aspirina. No se requieren mayores conocimientos actuariales para arribar a la obvia conclusión: el IMSS -igual que varias otras instituciones públicas- tiene un plan de pensiones y jubilaciones que implica su quiebra. Padece una sangría creciente, que ya pagan injustamente las generaciones de hoy, y jamás podrán cubrir -aunque quisieran- las generaciones futuras. Y el absurdo nos alcanzó ya: según afirmó su director general en su reciente comparecencia en la Cámara de Diputados, este año los recursos que el Instituto destinará al pago de la nómina de sus jubilados (más de 21 mil millones de pesos) excede el presupuesto que le dedicará a la compra de medicamentos y materiales de curación para 45 millones de derechohabientes (12 millones de trabajadores afiliados, más sus familias).

"Las prestaciones de los trabajadores cuestan -declaró el 9 de octubre de 2003 don Roberto Vega Galina, secretario general del SNTSS- ... en sesenta años nos las hemos ganado, no es el capricho de nosotros, hemos firmado nuestro Contrato Colectivo de Trabajo en forma bilateral y todas y cada una de nuestras prestaciones nos las hemos ganado." Tiene razón. En cada revisión contractual, se sentaba frente a ellos el respectivo director sexenal del IMSS que (a diferencia del ámbito privado) no era dueño de la empresa ni le iba mayor cosa (salvo su carrera política) en lograr una buena negociación. Si era responsable (algunos lo fueron) defendía a la institución, pero si era de buena cepa populista (los hubo también), hasta puntos políticos podía sumar con los generosos aumentos y prestaciones al sindicato. Total: el que viene atrás paga. Ya se vería cómo hacerle, con ingresos petroleros, con emisión de papel moneda, con deuda externa, o "quitándole un poquito" al mantenimiento y la inversión en equipo médico. Pero ni un paso atrás en la marcha ascendente del proletariado (aunque en este caso sea el 1.2% del proletariado, que gravita sobre todo el resto del proletariado que, por desgracia, no ha llegado a ser trabajador del IMSS).

La triste verdad es que la complicidad irresponsable de directivos, políticos y sindicatos pervirtió la vida de muchas instituciones públicas fundamentales. El IMSS es una de ellas. Debe seguir siendo pública (es decir, patrimonio de todos los mexicanos), pero para ello debe dejar de ser patrimonio privado de sus trabajadores. México no puede darse el lujo de mantener injertos de economía soviética: nomenclaturas que viven en socialismo, mientras que el resto del país las financia. La URSS desapareció con una implosión, una quiebra histórica. Nuestra economía puede terminar en una catástrofe similar. En el caso brasileño, Lula se negó a ser el síndico de la quiebra, pasó por encima de mitos, chantajes e intereses gremiales, defendió los derechos de los verdaderamente pobres, y logró la aprobación de una reforma de 15 puntos al régimen de pensiones y retiros. En la próxima negociación del Contrato Colectivo del IMSS entre la empresa y el sindicato (en el mes de marzo), el gobierno del presidente Fox debe emularlo, con el apoyo del Congreso y la sociedad. Si no es ahora ¿cuándo? Si no es en este caso ¿en cuál?

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15 febrero 2004