El pasado 2 de septiembre ingresó a la Academia Mexicana de la Historia el eminente historiador venezolano Germán Carrera Damas. Su discurso de ingreso sobre "La responsabilidad social del historiador" nos conmovió.
Nunca pagaré mi deuda con Guillermo Tovar de Teresa. En los estantes de mi biblioteca hay unos cuantos retratos de mis héroes políticos (Madero y el primer Vasconcelos) e intelectuales (Cosío Villegas, José Fernando Ramírez, Luis González y González).
"Vengan a conocer a mi amigo José María Pérez Gay, está de visita de Alemania, allá vivió el 68", nos dijo Héctor Aguilar Camín (mi compañero de doctorado de historia en El Colegio de México), en algún momento de 1969.
Fernando Savater no se engaña: desde sus primeros libros (Apología del sofista, La filosofía tachada) hasta los más recientes como Ética de urgencia, Savater piensa, cree o sabe que todo termina mal.
En 1986, cuando dábamos apenas los primeros pasos en la concepción de un México democrático, leí en The New York Review of Books un ensayo que me impresionó.
Nadie, ni siquiera Hobsbawm -que como marxista orgulloso e impenitente creyó siempre en las vastas fuerzas impersonales de la economía- escapó a sus determinaciones biográficas.
Hace un siglo, el 13 de septiembre de 1912, murió a los 64 años el maestro Justo Sierra. Aunque llevaba tiempo enfermo, su fallecimiento provocó sorpresa y pesar.