En las Obras completas de Simón Bolívar, perdido entre 2,923 cartas y discursos, hay un documento tan extraño que algunos historiadores han dudado de su paternidad.
"No olviden a este pequeño condottiero del siglo XX”, escribió el Che Guevara a sus padres antes de embarcarse hacia Bolivia, la estación final de su singular aventura.
Las crónicas que refieren la llegada del obispo a su Diócesis de Chiapas lo describen como un “buen teólogo y consumado jurista [...] Tenía el alma atribulada por el trato de los indios esclavos que se compraban y vendían como hatos de ovejas [...] Predicaba como apóstol enseñándoles los medios de su salvación que era poner fin a un trato tan ilícito”.
Conmueve pensar en el viejo Vasconcelos que a sus cansados setenta y seis años, después de vivir una odisea personal de medio siglo, revisa con paciencia y amor los manuscritos que le han proporcionado los familiares y amigos de don Evaristo. Ha pensado en él no como un patriarca sino como un patricio.