"No olviden a este pequeño condottiero del siglo XX”, escribió el Che Guevara a sus padres antes de embarcarse hacia Bolivia, la estación final de su singular aventura.
Las crónicas que refieren la llegada del obispo a su Diócesis de Chiapas lo describen como un “buen teólogo y consumado jurista [...] Tenía el alma atribulada por el trato de los indios esclavos que se compraban y vendían como hatos de ovejas [...] Predicaba como apóstol enseñándoles los medios de su salvación que era poner fin a un trato tan ilícito”.
"La historia de México desde 1822 -escribió Lucas Alamán- pudiera llamarse con propiedad la historia de las revoluciones de Santa Anna ... Su nombre hace el primer papel en todos los sucesos políticos del país y la suerte de éste ha venido a enlazarse con la suya".