"Con el poder pueden hacerse dos cosas: mucho daño y poco bien", decía en sus últimos años Octavio Paz, quien por largas décadas creyó en el Estado como protagonista esencial (y esencialmente positivo) de la vida de los pueblos.
El PAN no necesita sólo un demócrata en la contienda: necesita también un gran político. ¿Lo encontrará? Inventarlo es su nueva brega, de aquí a la eternidad.
Ahora que el Poder Judicial y, en particular, la Suprema Corte de Justicia, vuelven a ocupar el lugar que alguna vez tuvieron en nuestra vida, importa recordar uno de sus episodios más significativos en el siglo XX.
Hay quien piensa que la Revolución Mexicana es un hecho tan remoto que la reflexión sobre ella sólo interesa a los historiadores o estudiantes de historia.
"La caballada está flaca", dijo alguna vez el gobernador y cacique de Guerrero Rubén Figueroa, refiriéndose a los precandidatos de la cuadra que ganaba todas las carreras en el pasado.
Ahora que el Congreso ha vuelto a ocupar el lugar que legalmente le corresponde, vale la pena recordar su azarosa historia porque no faltan en ella lecciones útiles para nuestro tiempo.
Hacia 1989, a raíz de la fundación del PRD, recuerdo haber enviado un mensaje de felicitación a Cuauhtémoc Cárdenas que decía, más o menos: "Con el deseo de que el PRD sea más democrático que revolucionario."