Ser biógrafo tiene muchas compensaciones, sobre todo en una cultura como la nuestra, proclive a las abstracciones, las doctrinas y generalidades, desdeñosa de lo concreto, lo individual e irrepetido.
Ocurrió en Zamora, Michoacán, hace más de medio siglo. A partir de entonces, es uno de los experimentos más sorprendentes en la vida social mexicana desde los pueblos hospitales que Vasco de Quiroga estableció en la Meseta Tarasca, cercana a la región.
No la sombra, la luz de un caudillo cultural iluminó la primera mitad del siglo XX y sigue inspirando, a través de mediaciones sutiles, la vida de México: José Vasconcelos.
Nadie en México, salvo Octavio Paz, había visto en la palabra soledad un rasgo constitutivo, esencial digamos, del país y sus hombres, de su cultura y su historia.
En algún lugar de su obra, Cosío Villegas apunta que un intelectual en México debe ser valiente para criticar a los presidentes pero mucho más para ponderar sus facetas positivas.