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Miradas al siglo XXI

El sociólogo Daniel Bell -uno de los últimos grandes intelectuales del siglo XX- sostiene que la pauta de transformación global la impondrán las fuerzas reales de la economía y los incesantes procesos de innovación tecnológica y científica. "En los últimos 25 o 30 años, los recursos naturales se han convertido en un elemento cada vez menos importante en el desempeño de una sociedad. Lo que ahora cuenta es el desarrollo tecnológico". Por eso -explica Bell- Rusia, Europa y Estados Unidos, dotados de altas tecnologías, convergirán en la explotación y distribución colectiva de la riqueza petrolera del Mar Negro y Caspio y terminarán por debilitar al atrasado mundo islámico. La India seguirá su estrella ascendente: su desarrollo tecnológico ha creado -casi de la nada y en unos cuantos años- una clase media de 150 millones de personas. China, gracias al impresionante crecimiento de sus exportaciones basadas en mano de obra barata, podría intentar una reconversión similar. Bell tiene poco que decir sobre los países atrasados del planeta. Sólo se refiere a Irán: "sus jóvenes son liberales y se niegan a vivir de acuerdo con las rígidas normas que dictan los ayatolahs. Podría ser la próxima Turquía". En su esquema, Africa es una zona insalvable, azotada por la triple condena bíblica del hambre, la peste y la guerra. Y América Latina una región de perpetua corrupción y desorden. Ambas importan en la medida en que son bombas de tiempo (demográfico): "en Europa las válvulas de seguridad se están cerrando. Si esto no se resuelve a través de nuevas instituciones globales de ayuda y regulación, la única cosa que nos puede 'salvar', estúpidamente, es el Sida. Pero la enorme masa demográfica de jóvenes menores de 15 años que ingresarán en la economía mundial en los próximos 10 años va a ser un inmenso problema".

Bell presupone la salud de la democracia occidental. Ya no es fácil compartir su optimismo. Occidente padece una crisis agudísima de liderazgo. Sospecho que la nube mayor en su horizonte no está fuera sino dentro: se llama desorientación y amnesia. Desconectadas de la tradición, las nuevas generaciones desean la paz, los derechos humanos, el placer, la libertad, la seguridad, pero desconocen la historia que conquistó esos valores y no parecen muy dispuestos a responsabilizarse de ellos. Lo peor es que los enemigos de Occidente, los fanáticos de la identidad racial, nacional o religiosa (para quienes -en la frase aterradora de Martin Amis- "la muerte es vida y la vida muerte") se han dado cuenta y tiran a matar. El escenario lo ocupan los fundamentalismos, y no sólo los islámicos: olvidado de toda sensibilidad diplomática, Washington parece hoy una capital religiosa. Churchill y Roosevelt eran líderes de la democracia liberal -hija del espíritu humanista; Bush es un nuevo cruzado, un Ayatolah al revés.

También en México padecemos una crisis de liderazgo. Estamos desperdiciando nuestra conquista democrática. Seguimos viviendo "día a día, de milagro, como la lotería". El gobierno ve a México con un lente de aumento: tiene una idea exagerada y aun fantasiosa de nuestro lugar en el mundo y no ha encabezado el esperado "cambio" que nos asegure un sitio de segunda (o tercera) en el tren de la modernidad. La oposición ve a México con un lente de distorsión: emplea paradigmas ideológicos de los años treinta que no corresponden a la realidad y nos conducirán, de persistir en ellos, a un callejón sin salida. ¿Qué instrumento tocamos en el concierto de las fuerzas reales? Frente a esta pregunta clave, la mercadotecnia oficial (el presidente en el país de las maravillas) es tan patética y vacía como el empecinamiento doctrinario de los partidos de oposición y sus voceros en la prensa y la academia. Hay multitud de ejemplos que lo prueban, pero de las ideas de Bell se desprenden tres zonas de emergencia: las reformas estructurales, la educación y la política migratoria. En vez de introducir las urgentes reformas en el sector energético, seguimos hablando de nuestros recursos naturales (en particular del petróleo) como si fueran bienes que se revaluarán por los siglos de los siglos en la bolsa de valores de Dios. En vez de introducir las necesarias reformas laborales y el cambio en nuestros sistemas de aplicación de justicia que harían más atractiva la inversión externa, dejamos que pasen los sexenios y miramos con irresponsable indiferencia que esa inversión se vaya (literal y figurativamente) a la China. ¿Cuál es la situación real de nuestro rezago tecnológico (en innovación, investigación, educación)? Desconozco las cifras, pero sospecho que son desastrosas. En cuanto a la migración, echamos las campanas a vuelo porque las remesas de los mexicanos que viven "del otro lado" se han vuelto la primera fuente de divisas y benefician a las comunidades más pobres del país, pero nuestra relación con Estados Unidos (no sólo con su gobierno sino con grupos económicos de influencia) atraviesa por una crisis muy seria creada, en gran medida, por el Ejecutivo, que podía haberse deslindado de la política internacional de Bush de un modo responsable y cuidadoso, un modo que no cerrara -como lo ha hecho- las posibilidades de avances fragmentarios en la agenda migratoria.

Fox cree que el mundo mira a México. La oposición cree que el mundo amenaza a México. La realidad es distinta: el mundo mira apenas tangencialmente hacia México y sólo lo amenaza en la medida en que desdeñemos las fuerzas económicas y tecnológicas reales que rigen su avance. Mientras el mundo gira, México sólo mira hacia sí mismo.

Reforma

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