Hay un axioma en la política: quien se rehúsa a ejercer el poder que le fue conferido, provoca un vacío que, al llenarse, se revierte contra quien dimite, y no sólo lo derrota: lo desprestigia, lo humilla y, a veces, lo destruye.
No es preciso ser un pacifista a ultranza para oponerse razonablemente a esta guerra, al menos en los tiempos, la forma y los tonos en que Bush la ha planteado.
Concentrado en sus enemigos, el gobierno de Bush se ha olvidado de sus amigos. Sólo una región del mundo pasó inadvertida en el reciente discurso de Bush: Latinoamerica.