Hipótesis casi axiomática: la riqueza de experiencia práctica hace buenos políticos. En la historia norteamericana, el ejemplo supremo fue Abraham Lincoln.
En el fin del milenio se practicó con exceso la dudosa ciencia de la celebridad, esa pasión por la contabilidad histórica que consiste en hacer simples listas de "los mejores y más brillantes".
La historia, todos lo sabemos, es una caja de sorpresas. Hace apenas 50 años era difícil prever que tres de los principales protagonistas de la Segunda Guerra Mundial -Estados Unidos, Japón y Europa- serían los triunfadores del siglo.
México es buena materia para noticias de primera plana en caso de catástrofes: derrumbes del peso, terremotos naturales o políticos, inundaciones, escándalos de droga y corrupción.
Ha llegado la hora de los balcanes históricos. Cada persona, familia, pueblo o nación hará el suyo. Habrá análisis cuantitativos y cualitativos, temáticos o cronológicos, optimistas o sombríos.
Aunque a nadie le gusta perder, perder es una experiencia tan natural en la vida de las naciones, las sociedades, las empresas, las familias y las personas que quien no aprende a perder tampoco sabe ganar.