En 1994 México parece destinado a confirmar la vieja leyenda: es la tierra de Pancho Villa donde unos hombres de bigote y sombrero sacan la pistola a la primera provocación, el escenario atávico de los sacrificios humanos.
Husmeando alguna vez en el desordenado archivo de Cosío Villegas, encontré un apunte suyo, apresurado y a lápiz, en el que copió una frase de Renan: "el deber de Casandra es el más triste que pueda recaer sobre los amigos de la verdad: los espíritus estrechos acusan a los clarividentes de desear las desgracias que prevén y anuncian".
No todo el pasado es atesorable. En política, más que en ninguna otra esfera, el aztequismo es un fardo que nos impide acceder a la modernidad, a la normalidad.
Cuba es la Jerusalén personal de Guillermo Cabrera Infante. No cada año ni hacia el oriente, como los judíos de todas las épocas, sino cada día su mirada literaria apunta hacia el occidente de la isla en la que vive y donde recuerda a esa otra isla que dejó hace casi 30 años.
En su estructura, el poder es vertical y la cultura, horizontal. El poder es de unos cuantos y la cultura de quien se interese en ella, como creador o espectador.
El grupo "Gente Nueva'' me invitó a dar una conferencia con el tema "Visión del mundo actual''. Acepté por dos razones: primero, porque tendría lugar en Monterrey; segundo, porque podría trasmitir a miles de jóvenes las diferencias que percibo entre su mundo mental, el mío y el de mis padres.
Imaginemos a un niño de 11 años en San Pablo Ayutla, Oaxaca. Es aplicado, de esos que sufren cuando sacan nueve. Sabe que una calle del pueblo se llama "Juárez'', como aquel Presidente de México nacido muy cerquita, en Guelatao.