Tenemos una concepción restringida del progreso. Pensamos que el único progreso es el económico. Nuestro juicio sobre la marcha de la nación no discurre otras categorías.
De todas las ideas, ideologías y utopías sepultadas bajo los escombros del siglo XX, sólo quedó la más modesta, la democracia. No es un don predestinado a ciertos pueblos y vedado a otros: es una conquista abierta a todos.
Un líder y su equipo -me refiero, claro está, al "Vasco" Aguirre y la Selección- han levantado el ánimo nacional y han merecido el elogio unánime de la prensa internacional, aun de la más crítica.
La idea de la niñez ha cambiado constantemente a través del tiempo. "No sin lamentarlo pero sin abatirme, he perdido dos o tres hijos en edad temprana -escribió Montaigne".
¿Sabe usted quién es su diputado? ¿Conoce el nombre de su senador? Si los amables lectores (personas que por principio tienen conciencia cívica y responsabilidad política) responden negativa o dubitativamente (como es probable) a estas dos sencillas preguntas, imaginemos lo que ocurre con el grueso de la ciudadanía.